Una de las ideas recurrentes en los aniversarios de las inundaciones del 83 es que algo así no podría volver a suceder. Una semana después de la dana de Valencia, lo confirmamos. Pero no porque los medios sean mejores y las alertas más precisas, sino ... por algo que detectas en la edición que este periódico publicó tras la catástrofe, en cuanto se dispuso de fluido eléctrico. Un especial urgente de veinticinco páginas. Veinticuatro documentan el desastre colectivo y detallan las tragedias personales, informan sobre el rescate y la reconstrucción y orientan a los afectados. La página restante, solo una, se ocupa de la política. Y describe una visita inmediata de los Reyes y la llegada de Felipe González «visiblemente emocionado» al Gobierno civil de Bilbao, donde lo vitoreó una «gran multitud». El presidente del Gobierno dijo allí que no se necesitaba el estado de alarma para que el Gobierno vasco tuviese a su disposición «todos los medios técnicos y humanos para paliar la terrible catástrofe». El lehendakari Garaikoetxea agradeció que «todos los representantes de la Administración del Estado, Fuerzas de Seguridad y Ertzaintza» estuviesen trabajando sobre el terreno «denodadamente».

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Cuarenta años después, con unos medios que en 1983 hubiesen parecido magia, en Valencia hemos vivido una semana caótica y los muertos llegan a ser un asunto secundario en un país que ha transformado su plaza pública en un manicomio. Antes que las víctimas y la reconstrucción parecen importar los ultraderechistas que quieren «pegar a Pedro», un presidente autonómico insostenible que ahora se pelea con una Cuenca Hidrográfica o un misterio situado en un parking en el que los equipos de rescate no encuentran cuerpos, pero en el que un famoso periodista parapsicológico detectó ignominia y vergüenza para el pueblo español. El cambio climático también es vivir en esta cámara de eco en la que todo retumba y es falso: un hábitat idóneo para el estafador y el mequetrefe. Leyendo la prensa de hace cuarenta años, piensa uno que, entre los parámetros que explican cómo hemos llegado hasta aquí, hay uno -la imparable pérdida de fuste- que en absoluto debería pasarse por alto.

Francia

Un héroe en secundaria

Siempre se dice que el futuro de la UE pasa por convertirse en algo más colectivo, cultural y profundo que un club económico. Sin embargo, no hay mitología fundacional sin héroes y sorprende el modo en que Europa olvida a los suyos. Por ejemplo, Samuel Paty, profesor de instituto francés que decidió explicarles a sus alumnos qué es la libertad de expresión del modo más evidente: ejerciéndola. Para debatir lo ocurrido con 'Charlie Hebdo' (ahí tienen otros héroes europeos), Paty mostró en su clase de educación cívica las caricaturas de Mahoma, no sin antes advertirles a los alumnos musulmanes que podían salir del aula si lo preferían. Aquella clase a Paty le supuso la persecución y le costó la vida. Sus alumnos entendieron lo que vale la libertad. Ahora comienza en Francia el juicio contra ocho personas involucradas en el asesinato de Samuel Paty. Entre ellas, Brahim Chnina, fanático religioso que estuvo a la altura de la época y, para entrar en la historia universal de la infamia poniendo en una diana al profesor de su hija -una jovencita mentirosa que ni siquiera estaba en clase el día de las caricaturas-, solo necesitó sacar el teléfono móvil y verter veneno en las redes sociales.

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