Urgente Grandes retenciones en la A-8 y el Txorierri, sentido Cantabria, por la avería de un camión

Organizar una conferencia de paz en las montañas suizas siempre es buena idea. El paisaje invita al sosiego y las vacas helvéticas son un ejemplo de avenencia. Te miran como Gandhi esas vacas. Y sus cencerros ni molestan. Suenan como cajas registradoras, pero muy bajito ... porque en el país reina la confidencialidad bancaria. Lo que ya es más arriesgado es organizar una cumbre de paz a la que no acude uno de los participantes en la guerra, concretamente la potencia que la ha desencadenado y tiene peor carácter. Se nos dice sin embargo que, incluso sin Rusia, la conferencia de Bürgenstock sobre la guerra de Ucrania ha ido muy bien. No porque haya traído la paz sino porque ha involucrado a casi un centenar de países en su búsqueda. Unos ochenta firmaron ayer una declaración final en la que no se menciona a Putin, se reivindica la soberanía de Ucrania y se pide prudencia con las armas nucleares y la seguridad alimentaria. Entre los no firmantes, Brasil, India, Sudáfrica y Arabia Saudí, compañeros de Rusia -y de China, la otra gran ausente- en el club emergente y heterogéneo de los BRICS.«Me gustaría que China fuese amiga de Ucrania», dijo ayer Zelenski, que se va de Suiza con esa pena previsible y con el apoyo occidental de siempre. Ojalá haya hilos diplomáticos sutiles e imperceptibles moviéndose por detrás. Ayer la prensa rusa hacía hincapié en los países que no firmaron la declaración final y en que el canciller Scholz regresó antes de lo previsto mientras Kamala Harris solo estuvo unas horas en Europa. Luego se recordaba que la conferencia de paz era «inútil» para Putin y tenía un aire «colonialista» para Lavrov. Con su aspecto de funcionario atormentado a punto de partir a una zona secreta y peligrosa en una peli de Tarkovski, el portavoz del Kremlin Peskov definió la cumbre como «un pasatiempo». Y Medvedev la situó en el «surrealismo puro» citando a Kafka y a Orwell, que ya me dirán si no es mucho citar. Tras recrearse en el desprecio gubernamental a la conferencia de paz, la propaganda oficialista señalaba la injusticia: «Moscú no fue invitado».

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Eurocopa

Algunos 'hooligans'

Ayer en la Eurocopa hubo un incidente con un tipo que blandía un pico y un artefacto incendiario en Hamburgo y otro en Gelsenkirchen mucho más reconocible: una pelea entre hinchas serbios e ingleses en la que parece que algo tuvieron que ver los albaneses. Esto último fue una decepción. La víspera habíamos visto a aficionados albaneses bromear con sus rivales italianos rompiendo frente a ellos espaguetis. Los 'tifosi' se lo tomaban con humor y el ambiente parecía sensato, aunque poco antes se había interceptado a cincuenta italianos con navajas y cócteles molotov. La Eurocopa es también una cumbre de la estupidez humana y convoca en Alemania a policías que vigilan a sus propias hinchadas y avisan a las autoridades locales cuando se va a liar. Ayer empezó a liarse. En Inglaterra, donde además de informar sobre el equipo nacional informan con pesadumbre sobre cómo van sus aficionados violentos en lo de arrastrar el nombre del país por el suelo, le tienen, pese a todo, cierta fe al relevo generacional. Los jóvenes son más pacíficos. Y los viejos 'hooligans' van siendo menos, al tener un ciclo vital breve y problemático, tan propenso a las malas noticias del juez y el hepatólogo.

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