El mundo de los impostores es fascinante y admite dos categorías. La primera es común, puede resultar inocua e incluye a quienes dicen ser lo que no son; la segunda es aún mejor e incluye a quienes la identidad ficticia la llevan a la práctica, ... ejerciendo de lo que no son. Por ejemplo, de policía. «Imposible», pensará usted. «Deben de ser innumerables y estrictos los controles que impiden que vaya por ahí, con una pistola al cinto y ejerciendo autoridad sobre el ciudadano, alguien que no tiene perfectamente acreditada su formación y su capacidad».

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Bueno, eso sucede en la teoría. Y no sucede, por ejemplo, en Etxebarri, pueblo vizcaíno en el que han tenido durante más de tres años a un agente de la Policía local que debería haber sido detenido al instante por la propia Policía local. ¿Los cargos? Usurpación de funciones públicas y tenencia ilícita de armas. Puede que también lo contrario -usurpación de armas y tenencia ilícita de funciones públicas-, que en este caso sirve igual.

Un exceso de locuacidad ha destapado el engaño. El falso policía presumió de trayectoria y alguien se mosqueó y comenzó a indagar. El origen del escándalo es una vacante cubierta por el Ayuntamiento en un proceso interno atendiendo a un currículum ficticio que incluía un diploma de Arkaute falso. El candidato no había pisado la academia. Pero al parecer nadie detectó en su desempeño nada raro. Por ejemplo, que hubiese aprendido el oficio viendo la tele, lo que explicaría que pidiera cobertura a los S.W.A.T y les dijese a los detenidos que tenían derecho a un abogado asignado por el estado de Nueva York. Digámoslo una vez más: el falso policía de Etxebarri iba por ahí con su placa y su pistola. El Ayuntamiento ha puesto el caso en conocimiento de la Fiscalía. Cabe imaginar que tras tirarse durante horas de los pelos y dedicarse a sí mismo las peores diatribas. Porque hay en Etxebarri ciudadanos a los que ha interpelado, sancionado, puede que incluso retenido o detenido -y menos mal que en principio no hubo ocasión de que pasasen cosas más serias- alguien que tenía para hacerlo la misma autoridad que usted y yo disfrazados del policía de los Village People para una despedida de soltero.

Rusia

Patinetes de guerra

Las imágenes del cadáver sobre la nieve del teniente general Kirílov, jefe de la división de armas químicas de las fuerzas rusas, recuerdan al cartel de 'Anatomía de una caída', pero esta vez el asesinato es una acción de guerra. Una que colocó un kilo de explosivo en el manillar de un patinete y demostró que Kiev puede actuar en Moscú. También que puede grabarlo -el militar y su asistente salen de un portal y un estallido borra su imagen al tiempo que los borra a ellos de la faz de la Tierra- y quede constancia de que Kirílov ha sido liquidado. Ahora, Rusia promete vengarse y eso es temible, aunque Rusia lleve casi tres años prometiendo venganzas recurrentes mientras lleva a cabo una invasión constante y criminal. Ahora se habla de posibles finales para la guerra y cada suceso se interpreta como la búsqueda de mejores posiciones negociadoras. El problema del razonamiento es que, para terminar con la violencia, lo idóneo sea matar lo más posible y de los modos más espectaculares. En términos de avance civilizatorio, lo sucedido en Moscú confirma lo que muchos sospechábamos desde hace tiempo: la humanidad ha conseguido hacer de los patinetes eléctricos peligrosas máquinas de guerra.

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