Tras la multitudinaria manifestación del sábado en Valencia, Carlos Mazón no dimite y el PP autonómico relaciona a la multitud que se reunió en la capital con el pancatalanismo. Cierto que detrás de una pancarta estaba Lluís Llach, pero tampoco parece el cantautor capaz de ... pancatalanizar él solo a ciento treinta mil personas. Más fácil es pensar que los ciudadanos salieron a protestar por la incompetencia de sus gobernantes frente unas inundaciones devastadoras. Se trata de una incompetencia que ha llegado a generar prodigios como una responsable de emergencias que no está al tanto de cómo se envían las alertas sobre emergencias. Quiero decir que la indignación ciudadana en Valencia tampoco necesita mucho más estímulo.

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Otra cosa es que haya quien no quiera que esa energía se quede así, sin producir beneficios privados, y el sábado en Valencia la indignación ya mostraba un aire reconocible que recuerda a movilizaciones pasadas, con sus excesos patéticos, sus apelaciones justicieras, sus gritos de asesinos y sus manos manchadas de sangre. En España la reacción a una catástrofe puede tardar más de la cuenta, pero el modo en que esa catástrofe se transforma en narrativa política es en cambio automático, velocísimo, infalible.

El presidente Mazón comparece el jueves en el Parlamento valenciano y ayer pareció presumir de hacerlo a petición propia. Es como si ese hombre no terminase de entender nada de lo que desde hace trece días sucede a su alrededor. También dijo que va a dar todo lujo de detalles para «evitar esta fase de bulos que también hemos tenido que salir a desmentir». Qué curioso lo de los bulos. Con creciente frecuencia los combaten los mismos que los propagan. A nuestros políticos, en fin, les preocupa mucho la desinformación. Y mira que podrían hacer algo para que la gente termine la educación obligatoria con la capacidad de identificar al menos a los estafadores más evidentes. A los clásicos, que venden paraísos, crecepelo y billetes de lotería premiados. Y también a los nuevos, que se enfocan con el móvil fingiendo consternación y acometen la entradilla infalible de las mayores mentiras imaginables: «Os voy a ser muy sincero».

Trump

MAGA y la paga

El Gobierno de Ucrania recibió la victoria electoral de Donald Trump con enorme diplomacia y apelando al «apoyo bipartidista» que en teoría se da en Estados Unidos a la lucha contra la invasión rusa. Pero es probable que en Ucrania se esperen lo peor. Con razón. Donald Trump Jr., el hijo mayor del magnate, compartió ayer en Instagram una publicación de Sarah Palin -la recordarán de los tiempos del Tea Party, cuando ni siquiera imaginábamos en lo que se convertiría la 'alt right'- en la que se veía a Zelenski bajo una lluvia de billetes, pero en blanco y negro y con cara triste. El texto: «Estás a treinta y ocho días de perder tu asignación». Y por asignación debe entenderse en este caso la paga que se le da a un niño. En Ucrania saben que Trump puede hacer de la inacción una forma de actuar definitiva. También lo saben en Taiwán. «Son señales positivas», valoró ayer el portavoz del Kremlin Peskov con su aspecto de ser el amigo lejano de un enemigo de James Bond. «Durante la campaña electoral Trump se mostró a favor de los acuerdos y dijo que él puede llegar a uno que conduzca a la paz». Por acuerdo debe entenderse en este caso derrota, cesión de territorio o rendición.

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