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La fiscal general de Trump anuncia más revelaciones sobre el 'caso Epstein'Trump 2.0 tiene algo de parque de atracciones en el que nunca cesa el espectáculo. Que las grandes atracciones tengan que ver directamente con ... un nuevo orden mundial y contengan explosiones explica que no siempre podamos prestarles atención a los pequeños 'shows' que se organizan sin descanso en los escenarios secundarios. Por ejemplo, el que tuvo lugar a finales del mes pasado en la Casa Blanca: un montón de 'influencers' trumpistas recibiendo antes que nadie la primera entrega de los 'archivos Epstein' y posando exultantes con los dosieres antes de irse a sus guaridas a generar hilos de Twitter y emitir horas de podcast. Había que ver al grupo humano: el que no lucía de cowboy encarnaba la revisión oxigenada y chifladesca del Tea Party o parecía compartir sastre con Conor McGregor. En términos de excentricidad reaccionaria, solo faltaba el Conde Chócula. Para demostrar el rigor y la independencia de la banda, se repartieron gorras rojas de MAGA con el lema mejorado: «Trump tenía razón en todo».
Sin embargo, algo falló. La idea era que la desclasificación de los archivos policiales arrojase una lista de celebridades demócratas a las que relacionar con la red de trata de Jeffrey Epstein. Y no hubo nada. Así que, tras el fracaso y presionada por los mismos opinadores sectarios a los que pretendía alimentar, la nueva fiscal general nombrada por Trump ha ordenado la revisión más a fondo de las investigaciones y en el FBI temen que termine saliendo a la luz información confidencial.
Si en la cabeza de un conspiranoico -y en el origen del trumpismo está el bulo primordial del 'pizzagate'- eso apunta a escándalos silenciados, en la realidad puede tener que ver con algo más real y destrozable: la identidad de las mujeres que cayeron en la red de Epstein y fueron víctimas de explotación sexual. Parece que la revisión se está haciendo con enorme prisa por personal no especializado y los abogados de las víctimas se temen lo peor, fotos incluidas. Por detrás de todo esto, una paradoja que ya ni se contempla: Donald Trump, precisamente él, siendo el faro moral que va a iluminar ahora una oscurísima trama de abuso, lujo, poder y corrupción en el mundo de financieros y famosos del Nueva York de los noventa.
Tatuajes
Los idiomas son traicioneros, y en inglés, pongamos por caso, solo una letra separa la proclamación redentora -'Jesús me salvó'- de la ocurrencia iconoclasta: 'Jesús me afeitó'. El riesgo se redobla en el estudio del tatuador, ya que la letra clave es precisamente una hache, tentación irresistible para cualquier artista ambicioso con los trazos ascendentes. Si a la hora del tatuaje está uno de este modo indefenso ante el inglés, imagínense ante el chino, el árabe o el japonés, que son los idiomas exóticos que la gente escoge mayoritariamente para hacerse inscripciones de un modo original. Porque la gente ya no se tatúa tanto dibujos como palabras, frases, listas, versos, máximas. La piel del individuo contemporáneo ha dejado de ser un lienzo para ser un cuaderno de notas. Y las redes se llenan de errores inscritos para toda la vida. El lado bueno del fenómeno tal vez sea que sirve para inculcarles a los niños la importancia de la lectura, la ortografía y los idiomas. «Tú estudia mucho para que el día de mañana no termines luciendo en el antebrazo un 'soy bicioso' (o 'biciosa'), en el pecho un 'Jesus shaved me' y en la frente un ideograma que no signifique 'ser de luz infinita' sino 'lubricante 100% sintético'».
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