Habrá sido por 'lawfare', como todo, pero a Giorgia Meloni un tribunal de Roma le ha parado los doce primeros reenvíos de migrantes a Albania. Devuélvanse al remitente esos migrantes, han dictaminado los jueces, ya digo que probablemente negando la soberanía popular del pueblo italiano, ... o sea, del 'popolo', que radica como se sabe en la Cámara de Diputados, donde entre Meloni, Salvini y los deudos de Berlusconi tienen una mayoría comodísima. Pero los jueces son así. Violan constantemente la voluntad del legislador. Cierto que lo de retener o devolver a gente que viene de países donde su seguridad puede estar en peligro es uno de esos principios digamos que inamovibles del Derecho Internacional. Detalles de leguleyos probablemente machistas, al ser Meloni como se sabe primera ministra. Detalles inoportunos, eso sí. Estaba toda Europa atenta al funcionamiento del modelo de colocación de migrantes de Meloni, que se ha convertido de repente en la madre fundadora de la Unión, un poco como Simone Veil, Nilde Iotti y Melina Mercouri, solo que justo al revés.
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Pues nada: tras la intervención de los jueces, ya vamos viendo que en la práctica el modelo de acogida y expulsión de Meloni parece funcionar así: acogida y expulsión… y acogida. Así que a los doce migrantes inaugurales los llevaron primero de Italia a Albania en un barco de la Armada y ahora los van a llevar de nuevo de Albania a Italia. Viendo el presupuesto que manejan los italianos para barcos, es probable que los migrantes estén pensando que también podrían llevarles a conocer Capri. No dirán nada porque incluso sin dominar el idioma estarán detectando que la cosa de las fronteras y la acogida está muy tensa, no ya en Italia, sino en la avanzada Europa, cuna de la democracia y la filoxenia. Pero es que al final inventar cosas buenas tampoco significa nada. Los ingleses inventaron el fútbol y a los extranjeros irregulares no querían exportarlos previo pago a Albania sino a Ruanda, país al que Boris Johnson, fijando claramente el cinismo implícito en todo esto, definió como «uno de los lugares más seguros del mundo, famoso por su capacidad para asentar inmigrantes».
PNV
Que la renovación del PNV va en serio se intuye al comprobar cómo el proceso parece seguir un método que sí funciona en la siempre ejemplar vida interna de los partidos: el duelo mexicano. Se trata como saben de ese desafío multitudinario en el que todo el mundo apunta a todo el mundo y solo admite dos salidas. Una consiste en que todo el mundo baje el arma; la otra, en que alguien dispare y se desencadene entonces una ensalada de tiros de consecuencias dramáticas y alcance imprevisible. Que en el PNV van a bajarse las armas pareció confirmarlo ayer el anunció del adiós de Joseba Egibar, un movimiento que se diría solo puede preceder al adiós de Andoni Ortuzar, presidente del EBB, que se estaba reservando el derecho de dejar de apuntar el último por lo que pudiese pasar. Otra cosa es que en los partidos lo que viene tras el duelo mexicano no es por supuesto la paz sino la batalla por la influencia a través de personas interpuestas. Pero esa es otra historia. Señalemos que Joseba Egibar lo deja tras haber estado en la primera línea de la política vasca apenas treinta y tres años. El peligro que implica siempre el momento catártico de la renovación es perder así talento joven.
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