Para saber quién es fulanito, ya no basta con darle un carguito. Ahora hay que leer las publicaciones en redes que fulanito borró en cuanto vio venir el cargo. Marta Fernández, parlamentaria aragonesa de Vox, es desde ayer nueva presidenta de las Cortes autonómicas gracias ... al PP. Y con la alta responsabilidad ha llegado la limpieza de los bajos fondos de Instagram. Como el rastro permanece y la situación política favorece la prospección, desde ayer circulan mensajes en los que Fernández insulta a rivales políticos, da pábulo a conspiraciones locoides, trabaja el racismo, difunde bulos y hace pensar en la posibilidad inesperada de que exista una Marjorie Taylor Greene de la ribera del Ebro.

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Que la nueva presidenta de las Cortes de Aragón, segunda autoridad autonómica, parezca tener por pensamiento un batiburrillo agitado por las redes y algunos submundos comunicativos confirma el serio problema que tiene España con las élites, también con las fanáticas. Aunque puede que me equivoque. Cuando Fernández apuesta por la originalidad y la autoría es hasta peor. «Seguid pisoteando a Dios y burlándoos de lo sagrado», escribió cuando Tangana y Peluso grabaron el videoclip aquel en la catedral de Toledo. «Nada es impune, cuestión de tiempo», remataba, cabe imaginar que ahorrándose la 'fatwa' por estar segura de que de eso se encargaría personalmente el Dios del Sinaí, al que el trueno le precede.

La jugada de Vox en Aragón es en cualquier caso sofisticada. Tras conocer a Marta Fernández, ahora somos los demás los que estamos contra el Estado de las autonomías. Lo realmente incomprensible es la estrategia del PP respecto a Vox, que está consiguiendo ser inexistente, contradictoria e ineficaz. Todo a la vez. Es como si alguien hubiese decidido que el desgobierno es el modo mejor de presentar tu candidatura a la presidencia del Gobierno. Por contra, a Moncloa lo de adelantar las elecciones parece estarle saliendo bien. Sánchez ha exterminado a Podemos y está interrumpiendo la inercia exitosa del PP situándolo frente al espejo de Vox, que es un espejo esperpéntico, a veces por el lado trumpista y a veces por el fundamentalista religioso, pero también uno más que conocido, inevitable, evidente, perfectamente previsible.

Ertzaintza

Una semana

Falta una semana para la salida del Tour y los sindicatos de la Ertzaintza y el Departamento de Seguridad aguantaron ayer sentados en la mesa de negociación veinte minutos. Se levantaron los sindicatos. Porque al parecer el Gobierno vasco les toma el pelo. Además hicieron responsable de lo que pueda pasar en el Tour al lehendakari. No porque se espere de Urkullu que ataque en El Vivero y le meta minutos a Pogacar, sino porque, si no hay mejora salarial exprés, se espera una avalancha de bajas en la Ertzaintza. Eso es una huelga policial encubierta y pone en riesgo la seguridad del Tour. El reverso de la amenaza es que los sindicatos se arrogan la garantía de un servicio público fundamental. Cada vez parece más claro que la clave está solo en los salarios. Lees en estas páginas al mítico Sean Kelly decir que la salida del Tour será maravillosa y al instante le haces el matiz mental: «Maravilla según disponibilidad de ertzainas».

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Titan

Supervivencia

Si la comparación entre la muerte de los tripulantes del 'Titan' y la de los refugiados que se ahogan en el Mediterráneo era ya bastante exasperante, ahora hay quien quiere ensayar el pensamiento equivocado por el lado de la supervivencia reputacional de la empresa OceanGate. Veamos, la empresa ofrecía viajes al fondo marino en un sumergible para ver el 'Titanic'. Y el sumergible ha implosionado fatalmente en el fondo marino, junto al 'Titanic', con el presidente de la empresa dentro. Pues ya está, no es tan difícil: no hay supervivencia.

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