A quién no le pusieron en clase una de esas pruebas-trampa de comprensión lectora. Llegaba el cuestionario encabezado por la instrucción rutinaria: «Lee con atención todos los puntos y asegúrate de que entiendes…». Tú no leías nada, claro. Qué vas a leer. Y comenzabas ... a contestar con avidez. El primer punto, el segundo, el tercero… Así hasta llegar al último, en el que se te indicaba que debías ignorar los puntos anteriores, ya que la prueba consistía en dejar el cuestionario en blanco. El esfuerzo de los profesores para que los alumnos lean lo que tienen delante es antiguo e infructuoso. También, ahora lo sabemos, puede ser una ventaja competitiva. Lo digo porque los de la concertada vasca le han colado a Educación un convenio colectivo en el que cobran más que los profesores de la pública. El Gobierno vasco ha venido celebrando el acuerdo entre sindicatos y patronales por el lado de la equiparación salarial con la pública, pero por alguna razón no detectó que las tablas salariales a las que dieron el visto bueno no detallaban la igualación sino el 'sorpasso'.

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Ahora el problema es pequeño. Por las cantidades que implica, por la naturaleza del concierto y porque el sector educativo es uno de esos lugares propensos a las batallas. Al tener muchos de ellos cercanía con la Iglesia, los profesores de la concertada saben latín y por tanto lo que significa 'pacta sunt servanda'. Pero cualquiera entiende que, si el Gobierno vasco paga más a los profesores ajenos que a los propios, sobre los sindicatos de la pública descenderá el don de lenguas muertas y pronunciarán 'casus belli'. No hay que recordar que un nuevo ciclo de huelgas podría conseguir que hubiese alumnos vascos que terminasen la educación obligatoria recordando el día que fueron a clase y vieron un profesor como el resto recordamos el día que fuimos a Cabárceno y vimos un cebú. En el Gobierno vasco garantizan la equiparación de sueldos. Al no ser nada raro que nuestras élites políticas provengan de la ikastola o el colegio de curas, ya les digo que en el origen de este lío puede estar la ventaja profesoral anteriormente citada: «Esperad, que me he enterado de que esto en la consejería lo revisa Aguirre: le di yo clase y las tablas no las ha mirado nunca bien».

Microsoft

Máxima potencia

Sabemos desde hace unos años que nuestra vida tecnológica no es en absoluto inocua para el planeta. Enviar por ejemplo un correo electrónico (asunto: sidrería) emite CO2 como si estuviésemos quemando una pequeña montaña de turba. Pues esperen a la Inteligencia Artificial, que viene con todo, todavía está aprendiendo y ya necesita más energía. Tanta, que en Estados Unidos Microsoft va a reabrir la central nuclear de Three Mile Island, la del accidente de 1979, para garantizarse el suministro de electricidad. La estrategia de Google y Amazon es en cambio apostar por la puesta en marcha de pequeños reactores nucleares aquí y allá. El movimiento es curioso. En busca de Hal 9000, el futuro se nos vuelve otra vez atómico. Eso tal vez explica el modo en que para Teresa Ribera llegar a Bruselas y olvidarse de aquella afición suya por cerrar centrales nucleares haya sido todo uno. Pero veremos cosas aún mejores. Si se necesita la máxima potencia para que nuestros políticos y sus 'dircoms' estén todo el día tuiteando, alimentando granjas de bots y difundiendo propaganda generada mediante IA, Garoña la reabren los mismos que la cerraron, pero no como estaba: con cinco reactores más.

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