Hay organismos afectados por el covid persistente, pero ninguno que continúe vivo ha quedado tan hecho trizas como el de la Administración en lo tocante a la atención al público. Se cerraron las oficinas con el confinamiento y se celebró entonces la existencia de la ... gestión telemática, dando por hecho que no habría ciudadano sin su 'set up' informático y su firma digital del máximo alcance. Yo imagino que en alguna cima de la Administración alguien debió de pensar que podría haber algún español que no supiese imprimir un formulario y escanearlo en formado PDF con un peso inferior a cuatro megas. Sería entonces cuando desde la cima inmediatamente superior se actualizó el 'Vuelva usted mañana' de nuestro inigualable antepasado el Bachiller. Lo habrán oído, suena así: «¿Pero no puede pedirle a un hijo que le ayude?»

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Lo asombroso es que, desaparecida la pandemia, hay puertas oficiales que siguen siendo inexpugnables para el ciudadano. Destaca entre ellas la de la Seguridad Social. Solo se atiende allí con cita previa y conseguir una es en muchos lugares imposible. No hay fechas, los sistemas se caen, los teléfonos comunican. Así que la modernidad tecnológica ha generado lo inaudito: la reventa taurina de citas previas. Si el contrabando llega a la barra de Chicote, estaremos pronto como con la penicilina en la posguerra. También hay quien termina buscando en una provincia cercana una oficina que funcione. Eso tampoco lo teníamos previsto como país: las migraciones interiores en busca de una burocracia mejor.

Lo que sucede es que, en lugar de como un complemento, la Administración ha aprendido a utilizar la tecnología como una barrera. El resultado es que la función pública deja de ser funcional y el poder público dificulta el acceso al servicio público. La paradoja es sencillamente cruel cuando las barreras se interponen ante quien necesita una ayuda urgente que según la propia Administración tiene derecho a recibir. Habría que aparecer en una de esas instancias en las que camino a la ventanilla te intercepta un guarda jurado llevando en una mano el DNI y en la otra a un catedrático de Derecho Constitucional. Para que certifique que el ciudadano, aun sin cita previa, es el soberano.

Irlanda

Souvenirs

La visita de Biden a Irlanda tiene gran importancia, pero a mí solo me preocupa el presidente. El viejo Joe. Es que Biden es un estadounidense orgullosísimo de sus raíces irlandesas que incluso tiene localizado al ancestro que emigró a América. Se llamaba James Finnegan, como el whisky (seguro que hay uno que se llama así), y vivía en el condado de Louth. El problema es que los irlandeses son de suyo zumbones y se burlan de los americanos que llegan al país buscando la epifanía genealógica y las tabernas de John Ford; unos americanos a los que ni de broma consideran irlandeses. Otra cosa es que les coloquen los souvenirs. Biden va a visitar la catedral de Ballina y ya le han localizado a otro antepasado que contribuyó con veintisiete mil ladrillos a la construcción del templo. Se apellidaba Blewitt, como el personaje que bebía y lloraba en aquella canción tan bonita de los 'Chieftains' (seguro que hay alguno que se llame así).

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TV3

Jugar fuerte

Uno de los humoristas de TV3 implicados en lo de la Virgen del Rocío dice tener las redes llenas de amenazas de muerte. Junto a sus compañeros, también tiene encima la denuncia interpuesta por unos abogados confesionales que deben de pensar que en los juzgados lo que falta es trabajo. Lo gracioso es que la reacción exagerada e infalible puede llegar a generar una especie de ficción para consumo interno catalán: unos humoristas de TV3 que arriesgan, que juegan fuerte, al elegir para los chistes una Virgen que habla con acento andaluz.

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