Una iniciativa de Bildu y Podemos para controlar las puertas giratorias con instrumentos algo más sofisticados que la inigualable Comisión de Ética Pública recibió ayer en Vitoria el portazo de PNV y PSE. Lo sucedido nos remite de inmediato al variado mundo del mueble. Hay ... entre nosotros puertas que giran ligeras y puertas que se cierran tajantes. Los partidos del Gobierno interpretaron ayer el movimiento de la oposición como una afrenta demagógica. Su escándalo fue tal que se temieron desvanecimientos y casi hay que acercarles las sales. «Carnaza y treinta segundos de telediario», se clamó desde las filas del PSE. «Solo quieren poner barreras para volver al sector privado cuando el que vuelve es cargo del PNV», se clamó a su vez desde las filas del PNV. Ambos partidos recurrieron al clásico de acusar a la oposición de desprestigiar la práctica política. Como se sabe, esa práctica solo se prestigia si lo de la transparencia y las buenas prácticas lo controla uno.

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La política se desprestigia sola sin embargo cuando el político cesa en su puesto y se incorpora a la velocidad de la luz a una empresa a la que pudo beneficiar cuando estuvo en la Administración o a la que podrá beneficiar gracias a su cercanía con la Administración. Y si la sospecha desprestigia, la aceptación de que las cosas funcionan así directamente corroe. La ley vasca de Conflictos de Intereses establece un plazo de dos años de cuarentena virtuosa, pero para evitar que la descompresión se haga sin motivo la misma ley establece que se podrán autorizar excepciones. Una forma de mejorar el proceso consistiría en que de las excepciones no se encargase un órgano tan asombroso como la comisión gubernamental que vigila la ética del Gobierno y de la función pública. Algo de eso se propuso ayer en el Parlamento vasco, pero se impusieron los clásicos defensivos de la mayoría de gobierno. Entre ellos, el riesgo de que, con tanto rigor y tanta zarandaja, los profesionales de mérito terminen por no querer entrar en política. Siempre resulta muy curioso que, entre las razones que ahuyentan al talento civil del servicio público, los partidos nunca incluyan su propio funcionamiento interno: esa mezcla funesta entre la obediencia juché y la desesperada lucha por la vida en un ecosistema de ferocidad obtusa, letal, inigualable.

Rey emérito

Hija en diferido

Un libro titulado 'King Corp' llega con revelación: el rey Juan Carlos tuvo en los setenta una hija del género extramatrimonial con una conocida aristócrata. Es lo que aseguran los autores, dos conocidos periodistas. El emérito parece negarlo. La tesis del libro es que la supuesta hija se enteró siendo adulta de lo que ocurría y prefirió seguir viviendo «como si la noticia no hubiera llegado a sus oídos». Sin saber si todo esto es cierto, yo apoyo esa decisión. Ya es complicado matar freudianamente al padre que crees tener, a tu padre estándar, como para enterarte de pronto de que tienes otro parricidio pendiente y esta vez es un magnicidio. Venga ya. Ayer tardó poco en circular la identidad de la supuesta hija del rey emérito. Es probable que sobre nadie debiese caer de un modo semejante la responsabilidad de actos ajenos.

Consumo

Los clientes

Ayer fue un buen día para el consumidor. El Parlamento vasco autorizó a Kontsumobide a exigir la devolución de cobros indebidos y prohibió la venta a puerta fría, esa consentida forma de estafa. Al mismo tiempo, el Congreso aprobó un anteproyecto de ley que, entre otras cosas, limita la espera telefónica en la atención al cliente. El ministro Garzón obtuvo con esta propuesta un apoyo inaudito. Quizás entendió entonces que lo estratégico habría sido dejarle el marrón de los menús edificantes a otros ministerios y centrarse en defender al consumidor, sobre todo porque no habrá en el país un solo votante que no haya sido maltratado por una compañía aérea o conducido al borde de la locura por un servicio posventa.

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