Víctor de Aldama -empresario, presidente del Zamora y nexo corruptor- se sentó ayer frente al juez para tirar de la manta. Su declaración fue retransmitida y comentada en directo en todos los medios del país. Sucedió de un modo tan deportivo que se echaron en ... falta las ráfagas cada vez que el investigado nombraba a un cargo del PSOE. También que los micros de los reporteros avanzasen a pie de banquillo: «Aldama, fenomenal la delación. ¿Cómo ves al juez? ¿Qué es eso de las relaciones extramatrimoniales?». Cuando afectan decisivamente a la vida política, habría que celebrar estas diligencias en un plató. Y que la autoridad del juez compitiese con la de un jurado estilo 'Factor X', formado por opinadores de esos a los que les llegan directas al móvil las consignas del partido al que obedecen.

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¿Qué dijo Aldama? ¿Qué había bajo la manta? Pues dijo que Pedro Sánchez no solo le conoce sino que le estaba agradecido. Y bajo la manta aparecieron Ábalos, Cerdán, Ángel Víctor Torres o el jefe de gabinete de María Jesús Montero. Todos pidiendo al parecer tanta pasta por los 'bisnes' que Aldama tuvo que decirles que él no era el Banco de España. En cuanto a la visita de Delcy Rodríguez, un personaje al que hoy le conocemos mejor la infausta catadura, Aldama involucró a medio Gobierno, de Marlaska a Illa, de Teresa Ribera a Margarita Robles. También dijo que se reunió con Begoña Gómez. Y que trabajó para el MI6. Ojalá el pesimismo de Smiley viniese de tratar con un empresario español que escribía en sus informes que los presidentes son «embestidos» por las Cortes.

Por supuesto, no había terminado de cantar Aldama y el PSOE le negaba toda credibilidad mientras el PP se la otorgaba plenamente. Cuando quien largaba era Correa, sucedía lo mismo. Pero al revés. El caso es que hay un tipo muy turbio señalando a Moncloa y a Ferraz mientras se inculpa frente a un juez. La bomba ya ha estallado. Recuerdo a los equipos gubernamentales de control de daños que toda referencia a las comisiones por la compraventa de mascarillas debe llegar precedida por la fórmula que ellos mismos han elevado con denuedo a la categoría moralmente magistral: «Cuando más gente moría en lo peor de la pandemia».

Ararteko

Ventanillas lejanas

Con la cita previa pasa lo mismo que con la energía nuclear: es un avance que puede utilizarse de un modo virtuoso y de otro catastrófico. Lo primero tiene que ver con sacar el telefonito y organizarte la agenda, reduciendo en lo posible tiempos de espera; lo segundo, con excluir a la gente que no se maneja con la tecnología y transformar las oficinas en lugares inexpugnables. Si eso es grave cuando una empresa se lo hace a sus clientes, es inadmisible cuando es la Administración la que se lo hace al ciudadano. El Ararteko les recuerda ahora a los vascos que, aunque no tengan cita, no pueden ser interceptados en la puerta de una instancia oficial. Les tienen que atender. La razón es simple: el sentido de la cita previa no es facilitarle la vida al funcionario. Y los guardias de seguridad no están para interponerse entre el ciudadano y la ventanilla. El acceso a la Administración es un derecho del administrado. Y el guardia es un trabajador privado que no pinta nada asumiendo la función pública de redirigir a webs y especificar formularios. Va tan en serio que el Ararteko indica el itinerario a seguir: de la sede oficial inaccesible directos a la oficina del 'ombudsman' o a la comisaría de la Ertzaintza.

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