Candidato Tamames

Va a hacerse añicos otro bibelot de la memoria compartida. Todos tenemos a Tamames en el pasado: media España ha estudiado economía con su manual y la otra media lo recuerda de las tertulias de Hermida y los artículos de Umbral, que lo sacaba mucho tras la cena entre magnolios con Pitita y Marsillach. Quizá pudiese pararse este dislate publicando en los periódicos un artículo falso de Umbral, en plan 'Good bye, Lenin': «Ramón, amor, no dejes que te enrollen esos Le Pen de misa de una, que lo del Congreso puede ser los últimos días de Pompeya en tecnicolor».

Por desgracia, Vox registra hoy su moción y no hay marcha atrás. Tampoco se pudo parar a Tamames cuando hace veinte años en vez de a Sánchez tuvo que mejorar a Clarín y escribió la segunda parte de 'La Regenta'. Mientras llega el gran día, los partidos calculan cómo sacarle beneficio midiendo entre la ferocidad innata y la evidencia de que el votante es blando y no le gustará que utilicen como proyectil a un viejo. Medirán mal, seguro. En el Parlamento sobran savonarolas. Y faltan legisladores que le echen un ojo a las leyes que aprueban. Decía Umbral que su amigo Tamames tenía «días napoleónicos». A poco que se tuerzan las cosas, puede que lo de la moción de censura no sea Pompeya sino la retirada caótica de Waterloo sobre las ruinas humeantes, irresponsables, definitivamente grotescas, del parlamentarismo español.

La reforma del Código Penal asociada a la nueva Ley de Bienestar Animal nos ha situado ante el dilema de la rata. Es una cuestión muy entretenida que ya le sirve para sus cosas hasta al nuncio papal. ¿Puede terminar frente al juez quien mate a una rata que aparece en su casa? La respuesta es sí. La rata es un vertebrado y el raticidio pasa a estar castigado con entre seis y dieciocho meses de prisión. Otra cosa es que, llegada la acusación absurda, todo juez entienda que el escobazo se debió a una cuestión de salubridad o miedo insuperable. Y ahí libras. Como me gusta preparar mis coartadas criminales, yo pensaba explicarle al juez lo de Jünger y el hombre que defiende su casa con un hacha, pero será mejor tener en cuenta la perspectiva correcta y novedosa. E incriminar al gato de la familia: un elegante cazador especializado que, en cuanto puede, mata roedores por su propio bienestar, no ya animal, sino animalísimo.

El Gobierno llama «material defensivo» a lo que Estados Unidos y la UE llaman «material letal». Hostigados por Podemos, ayer los ministros de Defensa y Exteriores salieron a garantizar que nunca un soldado español pisará Ucrania. Y a mí me parece todo bien. Menos la incoherencia. Proclámense con énfasis los dos discursos al tiempo: España está comprometida al máximo con Ucrania porque es allí donde la democracia lucha contra tiranía y se decide el futuro de Europa; justo el lugar al que nunca, nunca, nunca vamos a enviar soldados.