Campus en guerra

Junto a las matrículas y las tasas estratosféricas, en los folletos de Columbia se destaca la gloriosa tradición de activismo de la institución. Protestando contra la ocupación israelí de Gaza, los estudiantes solo están siéndole fieles a su 'alma mater'. El problema es que la Policía puede alegar más o menos lo mismo al desenfundar las porras. Asistimos a cómo la historia avanza sin moverse mucho del sitio: donde ayer había polis irlandeses abriendo las cabezas de esplendorosos hippies colocados hoy hay agentes futuristas embridando las muñecas de jóvenes delgaditos con autopercepciones, kufiyas e Instagram.

El problema para las autoridades es que Columbia solo dio la salida a unas protestas que se extienden por las universidades del país. En algunos campus se celebra el acuerdo con los estudiantes para limitar las protestas y en otros se aguarda la intervención policial. Unos con temor y otros con avidez. Como en Estados Unidos todo es ya preelectoral, se cree que las imágenes de disturbios en las universidades benefician a los republicanos. Puede, eso sí, que en el partido estén a otra cosa desde que la emergente Kristi Noem, gobernadora de Dakota del Sur, ha reconocido en un libro autobiográfico que tenía una perra desagradable y revoltosa y la mató de un tiro. «Un poco demasiado», ha valorado Steve Bannon, que igual se está haciendo viejo: Noem sonaba para vicepresidenta con Trump.

España es un país diverso. Volvió a demostrarse en las manifestaciones del Primero de Mayo. Mientras en la de Madrid hubo tantos ministros que parecieron sobrepasar en número a los trabajadores, en la de Bilbao la presencia que destacó fue la de EHKS, la disidencia de la izquierda abertzale. Cierto que España es también un país en el que los recuentos los hacemos de aquella manera. Y, si el ministro destaca porque brilla en la oscuridad y atrae a los fotógrafos, la gente de EHKS lo hace porque se manifiestan con una uniformidad llamativa y un ademán impasible. ¿Como de hacer guardia sobre los luceros? Pues algo así, pero al revés. A diferencia de los partidos y sindicatos a los que desprecian por burgueses, estos jóvenes son comunistas severos y no aspiran a la reforma sino a la revolución. El modo en que esta repentina ortodoxia se extiende y se coordina más allá del País Vasco intriga a conocedores de los movimientos de izquierda. A mí en cambio me preocupa el enfrentamiento con Bildu. Huérfanos de referentes, cuando nuestros jóvenes comunistas lleguen al poder las estatuas descomunales tendrán que hacérselas a ellos mismos. El sueño, por otra parte, de cualquier ministro.