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Botellón de gala
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La Nochevieja de los jóvenes se concentra en la calle antes que en las discotecasBasta con que un país maneje el calendario gregoriano para que la medianoche del 31 de diciembre fomente en él las conductas peligrosas. En lo que podría llamarse la Noche de las Caderas Rotas, los daneses saltan una silla para conseguir que el nuevo año ... les sea propicio. En lo que podría conocerse como la Noche de las Contusiones Faciales Arbitrarias, las jóvenes checas lanzan un zapato por encima de su hombro para ver si se casarán en los próximos doce meses. En España lo llamamos Nochevieja y sabemos que la suerte para el año entrante no depende de comportamientos supersticiosos, sino, como es lógico, de conseguir ingerir doce uvas en treinta y seis segundos. La estrechez del esófago humano hace que en nuestras Nocheviejas, además de llevar puesto algo rojo, resulte muy conveniente llevar al día la maniobra Heimlich.
Tras las uvas lo que se impone es salir de fiesta porque la fatalidad no se consigue sola. Hay que trabajarla. Los más jóvenes lo hacen ahora vestidos de gala por razones inexplicables que no suelen tener que ver con una gala. Ni siquiera con un cotillón. Quizás espoleados por la experiencia de la Nochevieja pandémica de 2021, las nuevas generaciones prefieren la calle a la fiesta bajo techo con entrada y consumiciones. El extremo paradójico es el botellón con traje y corbata para ellos y con tacones y lentejuelas para ellas.
El problema es que vivimos en el Hemisferio Norte y las noches de invierno pueden ser meteorológicamente incompatibles con la fiesta. Son al parecer los hosteleros los que rezan para que la noche del 31 resulte gélida y lluviosa, también huracanada y con algo de pedrisco. Eso ayudaría a que la gente se les meta en las discotecas, al menos en las que no estén precintadas. Otra cosa que desean los hosteleros es que los ayuntamientos se muestren inflexibles con el botellón. Sería extraño que algo así comenzase a suceder precisamente en Nochevieja. O sea, justo cuando los chavales van tan arreglados que en la penumbra pueden resultarles a la Policía indistinguibles de un concejal.
Gobierno
El nuevo ministro de Economía es Carlos Cuerpo. Gran elección. Lo digo porque voy a ser feliz cada vez que escriba 'ministro Cuerpo'. Vamos allá. El ministro Cuerpo (soy feliz) sustituye a Nadia Calviño, que ayer se despidió del cargo y de la vicepresidencia refiriéndose a María Jesús Montero, nueva 'número dos' del Gobierno, como «mi melliza, mi hermana». Después Montero habló de Calviño como de una amiga con la que se entiende con la mirada. Fue bonito. No se veía a un ministro de Hacienda tan emocionado desde que Montoro les dijo a los futbolistas que los tenía a todos en su ordenador. Lo malo es que la ministra se vino arriba y teorizó. «Lo de que las mujeres se pelean entre ellas es falso», dijo. «Son los hombres los que se pelean». Eso debe explicar por qué, sin salir del Gobierno, no hayamos visto peleas entre Irene Montero y Carmen Calvo, que jamás Ione Belarra pelease con Margarita Robles o que Yolanda Díaz no esté pidiendo ahora mismo el cese de la directora del Instituto de las Mujeres. Son la repera las mujeres. Terminaron tan bien Teresa Rodríguez e Irene Montero. O, en términos estrictamente vicepresidenciales, Cospedal y Sáenz de Santamaría: ni una pelea. No como los hombres.
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