
Besos y abrazos
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Tras Errejón, afloran las denuncias por acoso contra MonederoAl final, el beso a Jenni Hermoso fue una agresión sexual y Luis Rubiales deberá pagar una multa de 10.800 euros. «El feminismo lo ... está cambiando todo», tuiteó al conocer la sentencia Irene Montero. Se refería a que, sin la labor de Podemos en el Gobierno, Rubiales habría sido condenado igualmente, solo que por abuso sexual, y habría pagado la misma multa mínima. El viaje desde luego ha merecido la pena. También ha sido mareante y en la sentencia el juez se obliga a recordar que la agresión «tiene la intensidad que tiene». La exministra que aseguró que señalar el fracaso de la ley del 'solo sí es sí' era punitivismo lamentaba ayer que la pena de Rubiales por dar un beso sin consentimiento no fuese mayor. Lo hizo la misma mañana que supimos que en 2023 Podemos apartó de los actos del partido a Juan Carlos Monedero tras recibir denuncias contra él por manosear, besar y abrazar con babosidad y alevosía, o sea, sin consentimiento, a jóvenes del partido.
Tras lo de Errejón, llegan las acusaciones contra Monedero y ayer se supo que la Complutense investiga otra denuncia de una alumna por acoso sexual. No se descarta que, mientras llenaban el país de indignación y sermones, los fundadores de Podemos estuviesen esculpiendo sus rostros en alguna clase de construcción hipócrita, pétrea y monumental: una especie de Monte Rushmore del macho ibérico pero bolivariano. Ni un rumor ni un testimonio ni una denuncia son una sentencia, pero lo personal es político: nos lo han dicho millones de veces. Y Podemos apartó a Monedero y silenció la denuncia. Hasta el punto de que llegaban hasta ayer mismo la gratitud y los honores. Conociéndole y siendo tan imperceptible el ostracismo, el ideólogo debió de pensar que le estaban liberando de trabajo para que él, ardiente profeta de la aurora, se fuese a iluminar nuevos continentes. Ayer Monedero se defendió justo de la acusación menos sólida que ha surgido contra él comparándose con Assange, teorizando comprensivo («la empatía relacional es una asignatura siempre pendiente») y citando a Italo Calvino. Una de las jóvenes describe al viejo profesor -sesenta y tres años tiene- persiguiéndola e insistiendo en que entre ellos ha surgido la magia. ¡La magia! Ni Pepe L'Amour suelto en la fiesta del PCE.
Gaza
Hamás entregó ayer a la Cruz Roja Internacional cuatro ataúdes. Lo hizo en un acto que, antes que un intercambio de cuerpos durante un alto el fuego, pareció un teatro de pesadilla. El despliegue de milicianos encapuchados fue enorme. Se dividían entre los que llevaban armas y los que grababan con cámaras. La escenografía era sangrienta y pueril. Destacaba en ella un panel con un retrato de Netanyahu caracterizado como un vampiro. Por su consecución, recordaba a esos dibujos que se ven en las atracciones de feria. El mensaje era culpar al «ejército nazi de Israel» de la muerte de las cuatro personas cuyos restos se devolvían. Pero el montaje dejaba claro lo que Hamás piensa de esas personas. Eran cuatro residentes en el kibutz de Nir Oz secuestrados el 7 de octubre: Shiri Bibas y sus hijos de cinco y dos años y Oded Lifshitz, un hombre de 82. Los forenses israelíes confirmaron ayer la identidad de este último. Y con la identidad llegó la historia: Lifshitz fue un periodista que defendió los derechos de los beduinos y un activista por la paz que ayudaba a los palestinos a cruzar la frontera para recibir tratamiento en hospitales israelíes. Alrededor de su ataúd rodaban vídeos publicitarios los encapuchados.
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