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El lunes se cumplirá un año de la matanza del 7 de octubre en Israel. Permanece como símbolo de aquel día el festival de música electrónica de Reim, donde más de trescientos jóvenes fueron asesinados y cuarenta fueron secuestrados. El ayatolá Jamenei, líder supremo de ... Irán, aclaró ayer que aquello, lo de matar muchachos como si fuesen animales y exhibir después sus cadáveres, no solo fue «un mandato islámico», sino que también fueron «acciones correctas, conformes a la lógica y a la ley internacional». Y pensar que Avicena era persa. Por lo de la lógica.
La bendición del crimen Jamenei la hizo en una mezquita en Teherán durante el rezo del viernes. Apoyando la mano izquierda en un fusil de asalto, dio un sermón -en las teocracias son indistinguibles de los comunicados oficiales- en el que llamó a la unión de Irán, Palestina, Líbano, Irak, Egipto, Siria y Yemen. El objetivo de la alianza no es una victoria sobre Israel sino el exterminio de Israel: «la eliminación de esa ignominiosa entidad del ámbito de lo existente». Hacía años que Jamenei, líder supremo en horas bajas, no dirigía la oración del viernes y ayer lo hizo para despedir a los líderes de Hezbolá elevados al martirio por Israel y parece que también para mostrarse tras unos días de no atender ni al 'busca'. Pues verle reavivó en mí una vieja pregunta recurrente: ¿cómo no será posible el diálogo entre culturas con lo mucho que se parece el ayatolá al último cura Santa Cruz, el de bonete y barba blanca?
Que el ministro de Exteriores iraní pareciese abrir la puerta a un alto el fuego mientras su líder supremo posaba con el rifle y la ortodoxia abre quizás una mínima opción para el cese de las matanzas en Oriente Próximo. Es curioso que lo que hizo ayer Jamenei -mostrar la inevitabilidad de un choque definitivo entre el bien y el mal en la región- fuese lo mismo que hizo hace una semana en la ONU, antes de comenzar a bombardear Beirut, Benjamín Netanyahu, otro líder para el que el apocalipsis parece poder ser una manera proporcional de distraer la atención de sus propios índices de popularidad.
TVE
Se cumplen cuarenta años del estreno de 'La bola de cristal' y sorprende comprobar que aquel programa solo duró cuatro temporadas. Tiene uno la sensación de que se pasó la infancia viéndolo; también la de que es un poco extraño que hoy se celebre tanto a los electroduendes en términos de modernidad cuando a los niños modernísimos de entonces yo creo que aquellas marionetas pedantuelas nos parecían bastante aburridas. Lo que nos gustaba en serio del programa era 'La familia Monster', una serie americana de los años sesenta. También las actuaciones musicales y la 'Cuarta parte', que comenzaba con Javier Gurruchaga haciendo de James Bond. Siguiendo con las fechas, resulta que a los niños de los ochenta Gurruchaga nos llevó de la mano de 'La bola de cristal' a 'Viaje con nosotros', su inolvidable programa nocturno. No duró ni una temporada y yo creo que fue en él donde descubrimos lo que como ciudadanos se le debe exigir a la televisión pública, a la de todos: que aparezcan enanos clavaditos al presidente del Gobierno y haya piezas de Els Joglars que involucren a la Moreneta, a Pujol y a los jugadores del Barça y obliguen de inmediato a intervenir a los censores.
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