
Ovación fúnebre
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Tras finiquitarlo, el grupo parlamentario popular despide a Pablo Casado con un gran aplausoHe revisado las ovaciones homicidas que pegan en el PP a los líderes a los que van a exterminar y la de ayer en el ... Congreso a Pablo Casado fue muy buena. Mejor que la que hizo llorar a Esperanza Aguirre en aquel congreso, un mes antes de que tuviese que dimitir de todos sus cargos tras la caída final de Ignacio González. Pero quizá no tan buena como aquella otra que le pegaron a Cristina Cifuentes en la convención de Sevilla de 2018, cuando la presidenta autonómica ya estaba abrasada por lo del máster y faltaban quince días para que le sacasen lo de las cremas. En cualquier caso, la ovación de ayer a Casado -la bancada popular en pie, Pedro Sánchez serenísimo y celeste- entra directa en el Top 3. Y conste que yo las ovaciones necrológicas del PP las valoro con la máxima concentración, dejando que los aplausos resuenen en mi cabeza, analizando cada matiz y tomando de inmediato notas de cata: potente en fanatismo, compleja de obediencia y bajos fondos, toques de sarcasmo, muy punzante en conspiración.
Al final, a Pablo Casado lo de comparecer ya extinto en la sesión de control no le fue mal. No acudió a controlar al Gobierno, sino a transmitir que asume el control de su propia ejecución. Y lo hizo mientras crecía a su alrededor un reconocimiento póstumo graciosísimo. «Era un joven moderado y mira cómo lo acuchillan: la política es cruel», lamentan ahora los mismos que llevan años llamando a Casado, por puro cálculo político, a veces franquista, a veces ultraderechista y a veces, por cambiar, fascista. Sabíamos que en España siempre se ha enterrado bien, pero hay que ver -será cosa de la I+D+i- a las plañideras manejando la ética homérica.
Lo peor de Casado es que su final ha sido un torpe suicidio. Y lo mejor de la ovación de ayer fue que se quitó la mascarilla para recibirla, como diciéndole a los suyos: «A la cara. Aplaudidme a la cara». Solo Pablo Montesinos, vicesecretario de comunicación y último casadista sobre la Tierra, pareció a punto de llorar mientras aplaudía a su presidente. Después se apresuró a acompañarlo en su salida del Congreso. Se está celebrando mucho ese gesto, pero en realidad es escalofriante. De qué estarán hechos los políticos si el que les aventaja en humanidad es periodista.
OSAKIDETZA
Los sindicatos no van a acudir a la mesa sectorial que Osakidetza ha convocado para hoy, casualmente la víspera del día en el que los sindicatos le han convocado a Osakidetza una huelga. Estando así de complicado el calendario, los sindicatos entienden que la reunión que propone el Gobierno tiene un «claro tinte propagandístico». Así que no irán. Y tengan en cuenta lo que cuesta hoy que la Administración te dé una cita presencial para cualquier cosa. Siguiendo con la propaganda, a los sindicatos también les escama que la consejera de Salud anunciase de pronto esta semana que iba a poner sobre la mesa sectorial trescientos millones en complementos salariales. «No es momento para la huelga», dijo Sagardui a continuación, con los trescientos millones flotando todavía en el aire, como la sonrisa del gato de Cheshire. Es un dineral, pero no ha funcionado. Hoy no hay mesa sectorial. Pero mañana, en cambio, sí habrá huelga.
COVID
Nuestro cerebro busca la simetría y el rostro ajeno mejora con una mascarilla. Conclusión: la mascarilla debería ser obligatoria. ¿Por salud? No, por sexapil. Pero nada es sencillo en el siglo XXI. En los primeros meses de pandemia, la sagaz Policía de Los Ángeles detectó que los delitos cometidos por gente enmascarada se quintuplicaron. Insisten los gobernantes en que atravesamos la crisis más compleja desde el Pleistoceno. Cómo no va a serlo si la misma persona enmascarada que te roba el corazón puede haberte robado antes media tienda.
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