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El sensato adagio invariablemente expresado en latín ('fugit interea, fugit irreparabile tempus') nunca perderá vigencia porque la obviedad siempre traduce un homenaje a su presunto autor, el gran Virgilio. Es seguro que el tiempo ha transcurrido irreparablemente también para la OTAN, que ya tiene a ... sus espaldas 69 años de vida y presenta lo que una agudeza castiza llama «una mala salud de hierro». Ahora está otra vez enferma y los médicos han acudido a la cabecera del enfermo cuyo mal es, en cambio, del todo novedoso: ha sido el presidente de Estados Unidos, un tal Donald Trump, quien sugiere su disolución porque no ve su necesidad.
Nos moriremos sin saber qué le dijo al respecto el imprevisible líder a su colega ruso, Vladímir Putin, en su relevante y ultrasecreto encuentro cara a cara del pasado lunes 16 en Helsinki con la sola presencia de los traductores.
Es curioso observar, en primera instancia, cómo las especulaciones iniciales de los observadores veteranos sugieren que los dos jefes de los dos imperios nacidos al calor de la Guerra Fría probablemente se rindieron a la fácil tentación de mostrarse preocupados por el único gran cambio registrado en el planeta en términos políticos y militares desde el final de la II Guerra Mundial: la emergencia de un tercero nunca invitado al festín en curso, la República Popular China.
En efecto, tal es la novedad de fuerte relevancia política y militar y, por tanto, de dimensión estratégica que anota este viejo escenario, el encontrado por Donald Trump a su llegada a la Casa Blanca y que había sido el reconocido por sus antecesores, Barack Obama y George Bush. Las coordenadas centrales que sirvieron de conducta a la Casa Blanca durante esos dieciséis años han sido o están siendo canceladas por la Presidencia Trump, que ha hecho todo lo preciso al respecto incluyendo lo que, como el lunes escribió Mark Landler en el diario 'The New York Times', nadie había hecho: «Aceptar las explicaciones de un líder extranjero hostil sobre los hallazgos de su propio servicio de inteligencia».
Todo indica que a estas alturas no habrá un terremoto político o social a causa de esta provocación presidencial y que el inquilino de la Casa Blanca da por sentado que él está ganando la batalla contra la crema bien educada y solvente de Washington y -sobre todo- de Nueva York y California. A su modo, el presidente Trump ha vuelto triunfante de su bien aprovechada excursión a Europa, la Europa de la Unión Europea de la que, además, saldrá más pronto que tarde Reino Unido... tal y como él desea fervientemente. Esto es otra victoria por K.O.
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