Teoría y bofetón

Lo que tampoco puede hacer nadie es tomarse a Hollywood en serio. Y hoy por la mañana ya había entre nosotros dolientes expertos llamando a un nuevo 'Me too' para que hombres como Will Smith no «habiten el mundo». Si se admiten peticiones, yo prefiero que no habite el mundo tanta gente especializada en profundizar en lo ridículo. En hacerlo en serio, quiero decir. Como si hubiese algo mínimamente verosímil en el contexto mismo del bofetón, que es un sumidero de vanidad, dinero, neurosis, traumas, exposición pública, cienciología y alopecia. Que tras el bofetón Denzel Washington se fue a decirle a Will Smith no sé qué del diablo. Y Will Smith dijo después que él era un río y estaba llamado a no sé qué del amor. Imagino que llamaría a su vez Tom Cruise para poner orden y diría algo sobre unas ardillas y un banjo. Smith se desharía entonces en lágrimas alegorizando sobre energía, arcoíris y un dónut en llamas.

Insisto: tomarse a esta gente en serio es imposible. Y el error ha sido permitir que desde hace tiempo las estrellas, en lugar de actuar y ser muy guapos, den la monserga. También los españoles, que los pobres lo copian todo. Al próximo actor español que empiece a hablar de derechos vestido de Palomo & Lucchino debería tomársele la lección sobre legislación visigoda y cortes medievales castellanas. Para los de Hollywood propongo en cambio la excepcionalidad ibérica, que está de moda. O sea, que al llegar a España o Portugal se le aclare al astro foráneo que pisa suelo escéptico: «Mire, amigo, aquí discursitos y traumas, no. Aquí lo otro, lo de ser elegante, genial y despreocupado. Y, si no, se larga. Con la promoción -porque siempre es promoción, ¿verdad?- a otra parte».

La guerra también tiene un lado ridículo. Por ejemplo, se puede matar gente pero hay que tener cuidado con lo que se dice. Es que Biden soltó en Polonia una frase sobre sacar a Putin del poder y la Casa Blanca ha tenido que salir a negarlo. El portavoz del Kremlin asegura que toman nota: injerencia extranjera. Y están los tíos masacrando al país vecino. En cualquier caso, Biden ya llamó a Putin «asesino» hace un año. Y tres meses después se estaban dando la mano en Ginebra. Eran los viejos tiempos. Cómo estarían las cosas de bien que en aquella cita ni siquiera se intentó envenenar a nadie. Ahora parece que de una reunión entre Ucrania y Rusia en Kiev salieron con síntomas raros dos negociadores ucranianos y Roman Abramóvich, el del Chelsea, que igual ha pillado su poquito de Novichok por aquello que dijo Putin de «autopurificar» el país de «escoria y traidores». Eso sí que es medir al milímetro las palabras.

Que los poetas no se hayan ocupado de la anchoa solo se explica en términos eufónicos. No existe animal más discreto y benefactor. Ayer, tras dos semanas de paro, la flota descargó las primeras toneladas de la temporada. Ya en el plato, esas anchoas serán mensajeras como siempre de la primavera (fatal, poetas). También de un modo mejor de afrontar la crisis: entendiéndola como un brete colectivo y no como un trampolín privado y evitando dispendios raros como prescindir del pescado saludable que sí tienes al alcance de la mano.