Ayer, con las costuras de Osakidetza estallando en Gipuzkoa, leíamos en estas páginas la carta en la que una treintena de jefes médicos de la OSI Donostialdea acusan a la dirección de Osakidetza y a la consejería de Salud de, entre otras cosas, «opacidad», «estilo ... directivo vertical» y «estilo impositivo». También de «no aportar ninguna razón convincente de sus decisiones». Debo reconocer que, entre las cosas que pensé que podían pasar a continuación, no estaba que compareciesen la consejera de Salud y la directora general de Osakidetza para contestar a las críticas de un modo originalísimo: confirmándolas.

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Gotzone Sagardui basó su intervención de ayer en la siguiente idea: «Hacía falta un cambio». Por un instante pareció que una organización con treinta y dos centros de salud y un hospital universitario que atiende a cuatrocientos mil ciudadanos fuese algo así como la banda izquierda de la Real Sociedad, donde a veces hace falta un cambio porque agarra y te visita el Rayo. Pero, bueno, ya puestos, ¿por qué hacía falta un cambio en la OSI Donostialdea? ¿Y por qué ese cambio provoca una avalancha de ceses, dimisiones y médicos saltando por las ventanas? La consejera no escatimó en datos ni detalles: «Por una concatenación de acontecimientos».

Después de algo así, cuesta pensar que lo de la opacidad y la falta de razones convincentes sea un infundio. Es que la directora de Osakidetza compareció junto a la consejera y no dijo una palabra. Su presencia solo pudo entenderse como una muestra de respaldo a quien sí intervino. Pero, esperen, ¿no se hace al revés? ¿No es el superior el que respalda al subordinado? Al final, solo una referencia a una indeterminada «escucha receptiva» hizo pensar en algo parecido a una posible solución acordada entre las partes. Pero, como ya vimos en el caso de la cirugía cardiaca en Basurto, todo apunta a que Osakidetza prefiere los hechos consumados y repele las críticas de unos médicos que, no lo olvidemos, no son peligrosos agentes externos, sino su propia gente. Es curioso. Descentralizar las decisiones y permitir que los profesionales tengan capacidad de gestión en aquellos asuntos que conocen mejor que nadie era una idea virtuosa, una de las muchas reformas que, según los expertos, había que acometer en los sistemas de Salud después de la pandemia.

Ciudadanos

Traca final

Edmundo Bal anuncia su candidatura a liderar Ciudadanos e Inés Arrimadas reacciona anunciando la suya si Bal no se retira. Ambos terminarán enfrentándose con el mismo objetivo: la unidad. Es lo que les pedía la afición en la ya famosa cena del partido que fue a la vez de Navidad y de difuntos. Begoña Villacís, encargada del «equipo de refundación», levantaba la copa en esa cena como debieron de levantarla en el bar del 'Titanic'. Villacís dijo ayer que, si hay confrontación entre líderes, ella estará en la «tercera vía». Ser apenas tres y tener tres vías es un récord al que Ciudadanos al parecer aspira antes de desaparecer. Hay sin embargo una loca grandeza en todo esto. Es como si el condenado a muerte avisase al juez, al alcaide, al alguacil y a la ciudadanía para transmitirles con entusiasmo su último deseo: suicidarse.

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Navidad

Blanca radiación

Una de nuestras características como sociedad avanzada es polemizar cada año violentamente por las luces de Navidad. A veces por su abundancia, a veces por su escasez, a veces porque contienen motivos religiosos, a veces porque los omiten. Al mismo tiempo, las luces navideñas producen monstruos. Abel Caballero terminará dejando a oscuras a medio planeta para iluminar Vigo con una intensidad que derrita vigueses a causa de la radiación electromagnética. Pero las luces de Navidad le gustan a cualquiera. Son bonitas. Y los alcaldes saben que su principal obligación es facilitarle al ciudadano las fotos de Instagram. A favor de las luces, otra razón de peso: son peores los villancicos sonando en bucle en el hilo musical.

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