Ómicron, el regreso

A poco de cumplir nuestros dos primeros años con covid, la experiencia pandémica recomienda mantener la calma ante cada nueva palabra incomprensible. Puede que a finales de noviembre también bromeásemos con la variante sudafricana cuando, recién identificada, no se llamaba 'ómicron', sino B.1.1.529. Lo que ha hecho después esa variante en términos víricos es impresionante. Qué profesionalidad. Sin ir más lejos, ha contribuido decisivamente a que en el País Vasco casi la mitad de los contagios totales por covid se hayan dado en los dos últimos meses. El martes pasado Osakidetza notificó 14.000 positivos, la cifra diaria más alta de la pandemia. Son cifras que, de no ser por las vacunas, habrían sepultado al sistema sanitario. Y que a cambio van a poner a prueba el funcionamiento de otras instancias de la sociedad. Por ejemplo, la educativa. Hoy se retoma el curso tras la Navidad y en los colegios se conjuran para reforzar la prevención mientras rezan para que las bajas de los profesores no se conviertan en una pesadilla. Como lo de las pesadillas siempre es relativo, a partir de hoy el repentino carraspeo del profesor de Matemáticas sonará en los oídos del alumnado como la más dulce posibilidad.

Vuelve a celebrarse la Supercopa de España de fútbol en su escenario natural: Arabia Saudí. Y comienza a sentirse la emoción del forofo local (¿Ahmed el del bombo?), que prepara su bufanda y su kufiya para animar a su Barça, su Madrid, su Athletic, o puede que incluso su Atlético, en el King Fahad de Riad: la gran mezquita del fútbol español. Solo la pandemia pudo interrumpir una antigua tradición que data de hace dos años. Cierto que eso de que la Supercopa viaje a Arabia Saudí no está bien visto en algunas instancias españolas marginales y sin importancia. Por ejemplo, el Gobierno de la nación. Pero el ejemplar mundo del fútbol se explica con claridad en cuanto consigue escupir los petrodólares: se trata de ayudar a la apertura de los países árabes. El argumento es maravilloso: la emancipación siendo generosamente financiada por el poder coactivo. Atención a la insistencia con eso según se acerque el Mundial de Catar.

La OMS incluye el 'burnout' o síndrome del trabajador quemado en su clasificación de enfermedades. Sintomatología: estrés crónico, agotamiento, negatividad, sensación de ineficacia. Es un gran avance para la enfermedad, pero no se sabe si lo es para el enfermo. Al menos para el español, que necesita que el decreto correspondiente reconozca el 'burnout' como enfermedad laboral. Así que, hasta que Yolanda Díaz llegue con los cuidados, el trabajador quemado patrio solo podrá optar a la baja si entra por su cuenta en ignición.