Ocho años con Mario Draghi
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La decisión de perpetuar los tipos negativos ha arrojado sombras sobre su mandatoEn su penúltima comparecencia como presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi ha presentado una nueva batería de medidas monetarias no convencionales, con las que cierra su mandato antes de ceder las llaves de la institución a la francesa Christine Lagarde el 1 de ... noviembre de este año. Culmina así el banquero italiano un ciclo de ocho años marcado por una popularidad variable, y en todo caso, por un antes y un después.
A pesar de los recelos suscitados en sus inicios, y al dar un giro de ciento ochenta grados a la política de su antecesor Jean Claude Trichet, el banquero italiano se hizo acreedor al apelativo de providencial por su decidida defensa del euro en el epicentro de la crisis, en el verano de 2012.
Sucede que no siempre segundas partes fueron buenas. La crisis europea fue curando sus graves heridas y adquirió una aceptable velocidad de crucero, en particular a partir de 2013, pero el BCE no tuvo la habilidad o la oportunidad de levantar el pie del acelerador, reconduciendo su política monetaria a parámetros más ortodoxos, equilibrando los intereses de la eurozona. Draghi continuó primando las carencias de los países periféricos altamente endeudados a costa del bloque de países centrales europeos que ya habían recuperado los niveles de PIB previos a la crisis.
Finalmente, los últimos años de consolidación de este maniqueísmo económico entre centrales y periféricos, con intereses poco conciliables, han llevado la reputación del banquero romano a los umbrales de la duda. Y este límite se ha traspasado, llegando la crítica declarada, con ocasión de la batería de medidas anunciadas por el BCE el pasado jueves: relajación cuantitativa a perpetuidad. Los gobernadores de los bancos centrales de Alemania, Francia, Austria, Estonia y Países Bajos han criticado abiertamente la vuelta al programa de compras de bonos, según fuentes no desveladas.
Es sabido que más no tiene por qué ser sinónimo de mejor. Así, un alto porcentaje de la academia advierte de las limitaciones y graves efectos secundarios de los estímulos monetarios cuando se traspasan determinados umbrales.
El economista de Harvard Larry Summers define a la actual como una «economía monetaria de agujero negro». La realidad es que la política fiscal y las reformas estructurales de oferta han desatendido sus obligaciones en un escenario de estancamiento secular, de agujero negro o de japonización, según se prefiera. Hasta el punto -según Summers- de que, en algunos casos, debido a los cambios en los comportamientos del ahorro, los tipos de interés negativos pueden reducir, en vez de estimular, la demanda agregada.
La primera razón se encuentra en que el PIB no crece y el IPC no sube en la eurozona. A continuación, surge la evidencia que los escenarios de tipos cero o negativos implican la carencia de espacio o de 'munición' para reaccionar ante nuevas crisis. Los tipos negativos han destruido la tasa natural de interés del mercado, que nadie sabe dónde puede situarse, dado que el mercado está artificialmente intervenido.
Hay varias razones adicionales para alertar del potencial efecto pernicioso de los tipos de interés negativos. La primera, la referida al expolio del ahorro de las familias y empresas producido por los tipos negativos del que se ha hablado en estas mismas páginas hasta la extenuación. En segundo lugar, los riesgos de zombificación de las empresas. Empresas insolventes sobreviven, lo que socava la credibilidad del sector productivo acometiéndose inversiones de altísimo riesgo solo por gozar de financiación barata. Tercero, el riesgo de quiebras bancarias. Los tipos bajos erosionan los beneficios del sector, reducen su ROE y el valor de sus franquicias, lo que las hace más vulnerables a los shocks adversos cualquiera que sea el nivel del capital regulatorio. La industria bancaria de conocida naturaleza sistémica es otra gran perjudicada por la heterodoxia financiera.
En honor a la verdad, Mario Draghi ha reclamado reiteradamente a los gobiernos de la eurozona su colaboración prioritaria en la estabilización de la economía en base a medidas de política fiscal y de oferta, en particular a aquellos que gozan de 'espacio fiscal'. Pero la relajación monetaria se perpetúa para regocijo de deudores privados y públicos, que creen o fingen creer, erróneamente, que en el tomar no hay engaño. Lo hay, y grande.
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