Obviar el heroísmo

Dejando a un lado a las fuerzas de seguridad, que tienen el riesgo como parte del oficio y están preparadas para afrontarlo, solemos acordarnos del personal sanitario y educativo cuando pensamos en trabajadores públicos a los que el peor espécimen de ciudadano tiende a maltratar hoy en día. Sin duda es inaudito, porque nada hay más benefactor en el imaginario colectivo que un profesor, una enfermera o un médico. No, no estoy proponiendo empezar a golpear también a los jefes de servicios generales de las diputaciones o a los técnicos de gestión documental de los ayuntamientos. ¿De verdad me explico tan mal? Lo que quiero decir es que en realidad hay más funcionarios echándole valor a cara descubierta de lo que parece.

Por ejemplo, los técnicos de Lanbide que detectan un fraude en las ayudas sociales, lo denuncian como es su obligación y lo mismo terminan frente al infractor en un juzgado que cruzándoselo por la calle. Y no piensen solo en un particular violento o peligroso. Un caso reciente nos recuerda que en ocasiones detrás de las estafas hay redes organizadas. Aunque solo sea por reciprocidad, parece sensato que el Gobierno vasco se organice y busque junto a los trabajadores y la Fiscalía la mejor manera de garantizar de un modo simultáneo y suficiente los derechos del ciudadano y la seguridad del funcionario. Porque el heroísmo no entra en el sueldo. Y porque se trata de llegar al fondo de la situación, no de esquivarla.

Vamos afinándolo: los políticos que son imputados deben dimitir dependiendo de quiénes sean. Deben hacerlo aquellos que son culpables en esencia y siempre, incluso cuando duermen o no están imputados. Y no deben hacerlo aquellos que acumulan tanta virtud que les genera problemas, ya que, al ser tan inocentes, sus poderosos enemigos solo pueden terminar con ellos mediante el 'lawfare'. Mónica Oltra se acuerda ahora de lo que significa la presunción de inocencia. Como si no estuviésemos ante un caso tan sórdido que su dimisión se explicaría por simple respeto al cargo que ostenta. Pero lo que en cada momento es justo, digno y decente lo decide el nuevo soberano según su conveniencia. O sea, que entre palabrería y cuidados el ideal era este Moderno Antiguo Régimen. Qué insufrible paradoja.

En la lista de cosas difíciles de simultanear que pueden imaginarse, ganarle una guerra a Rusia mientras haces las reformas necesarias para entrar en la Unión Europea debe de estar muy arriba. Por detrás quizá de apagar un incendio en un volcán accionando un lanzallamas. Y de escribir una novela mientras sobrevives a un accidente aéreo. Ucrania sin embargo va a ser aceptada como candidata a entrar en la UE, objetivo que les exigía complejas mejoras democráticas cuando ni siquiera estaban en guerra. Zelenski aseguró ayer que el paso les ayudará a vencer a Rusia. Lo de Ucrania sí que va a ser ir por partes: lo primero que tienen que hacer para ingresar en el club europeo es asegurarse de seguir teniendo un país que reformar.