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El cuadro que reclaman los descendientes de Lilly Cassirer Neubauer. Museo Thyssen- Bornemisza

Una obligación moral

El Thyssen debe reconocer que su Pissarro fue malvendido por sus entonces legítimos propietarios judíos para huir de Alemania

Domingo, 23 de agosto 2020, 00:00

El Museo Thyssen tiene casi ganada la batalla legal en torno al cuadro de Pissarro que le reclaman los descendientes de Lilly Cassirer Neubauer, la coleccionista judía que se vio obligada a venderlo a un precio irrisorio para huir de la Alemania nazi. Una victoria ... legal, pero no moral. El caso tiene su especificidad dentro del expolio nazi sufrido por los judíos. Porque hubo una venta voluntaria, sí, pero a un precio bajo y por una extrema necesidad. También hubo con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial una indemnización del Gobierno alemán, pero la cuantía no fue proporcional a su valor y encima el cuadro seguía en paradero desconocido. Posteriormente la obra fue localizada en Estados Unidos cuando la compró el coleccionista Sydney Brody. En 1976 la adquirió el barón Thyssen-Bornemisza y, desde el acuerdo de compra de su colección por parte del Gobierno español en 1993, está en el palacio de Villahermosa. Resulta evidente que los sucesivos intermediarios y propietarios del cuadro, conocidos y desconocidos, obtuvieron un beneficio sustancialmente mayor que el logrado por una mujer perseguida que debió venderlo a un precio de saldo para salvar su vida.

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La última sentencia del Tribunal de Apelación en Estados Unidos ha fallado contra las pretensiones de los descendientes de Lilly Cassirer, reconociendo la legítima propiedad de la Fundación Thyssen y afirmando que el barón compró el cuadro de buena fe, esto es, desconociendo la historia de la venta inicial. Salvo que el Tribunal Supremo de Estados Unidos falle en casación algo diferente, la reclamación de los Cassirer quedará en nada. Pero no se puede olvidar que España firmó en 1998 los principios de Washington sobre el arte expoliado por los nazis, donde entre otras cosas también se comprometió a reconocer estos hechos y a realizar una especie de restitución moral y simbólica a sus propietarios o herederos. Una obligación incumplida que se hace evidente para muchos de los visitantes cuando contemplan a diario en el Museo Thyssen el formidable cuadro de Pissarro.

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