Lo nunca visto

Decía siempre Aaron Betsky, el crítico y profesor que trabajó varios años con Frank Gehry, que Rei Kawakubo era una arquitecta de las telas, una diseñadora capaz de llevar en ocasiones la figura humana hacia la abstracción. Es algo evidente cuando se mira el vestido ... de su colección otoño-invierno 2016, ahora convertido en pieza museística. El vestido plantea un evidente concepto espacial, un sentido de verticalidad y de arquitectura orgánica o un sistema estructural que es igualmente muy japonés y también muy característico de ese anti-convencionalismo que es el santo y seña de Rei Kawakubo y de su 'griffe' 'Comme des Garçons'. En otras palabras, la pieza es deudora de un deliberado planteamiento arquitectónico, pero también de la integración de lo moderno y lo tradicional o de la filosofía estética oriental con la occidental, todo ello interpretado desde una reflexión creativa e historicista que también aspira al ritual conceptual y a la rebeldía frente a la industria, un gesto posmoderno de buscar lo nunca visto que tuvo mucha influencia entre los diseñadores emergentes de los primeros 80 -Margiela, Dries Van Noten, etc-. Véase en su diseño, por ejemplo, la mezcla entre las formas colgantes de las armaduras japonesas y los volúmenes de los vestidos versallescos que constituían el paradigma del lujo en el siglo XVIII francés. También, claro, esa fusión entre la sofisticación de los textiles y brocados florales de Lyon; y el sentido de los emblemas ornamentales en Japón, los Mon, destinados a reforzar y decorar la identidad. Más aún, el sesgo ecléctico, experimental y rebelde de Kawakubo introduce en este diseño la ironía de hacer prêt-à-porter con los mimbres y las técnicas de la alta costura, el guiño surrealista que hace patente su admiración por Schiapparelli, su reinterpretación de Balenciaga al despejar el cuello o la genial idea de mezclar su desafección vocacional con Versalles, el punk, la suntuosidad y la deconstrucción minimal. Eclecticismo puro, insisto, para lograr lo nunca visto.