Nuevo terraceo

Semejante enmascaramiento hace que de pronto todo el mundo pueda parecerse a alguien a quien conoces. Así que te quedas mirando más de la cuenta a los viandantes con los que te cruzas por ver si son quienes parecen ser de un modo aproximado.

Como es lógico, la persona a la que miras comienza a mirarte también a ti, el misterioso enmascarado invasivo, pues entiende que solo alguien a quien ella conozca podría mirarle de ese modo. Como la situación es ridícula, uno de los dos dice «¡Hombre!», por probar suerte. Y el otro responde «¡Ahí va!», por no quedar mal. Al instante, estáis sentados en una mesa, tomando algo.

Mi tesis: las terrazas están llenas de gente que descubre que no se conoce al quitarse la mascarilla para dar el primer sorbo a la cerveza, pero que, como han pillado sitio, disimulan intercambiando frases neutras sobre asuntos triviales.

Sí, lo sé, mi tesis presenta un fallo enorme:encontrar sitio en una terraza no es tan fácil. De hecho, la epidemia parece haber acelerado el verano y es ya imposible. La hostelería ha reaccionado improvisando sistemas de reservas y desde hace unos días no se habla más que de reservar. El cambio es importante, cultural. Puede que permanente, ya que el mundo es cruel y la utilidad le vence siempre al estilo. Se abre paso entre nosotros la obsesión reservatoria de las grandes capitales. «¿Has reservado?», te preguntan en ellas todo el rato. Ytú hasta ahora podías contestar con orgullo:«No, soy vasco, bebo de pie, no estoy más de siete minutos en ningún bar y jamás he intercambiado una palabra con un hostelero:nos comunicamos mediante movimientos de cabeza. ¿Cómo quieres que reserve algo en cualquier sitio?»

Lo siguiente, ya se intuye, es la popularización de ese término terrible:'terraceo'. Hago un llamamiento para aplicarle un cordón sanitario léxico. Y que nadie, sobre todo, lo utilice nunca para titular nada.

La precampaña vasca promete. El jueves Otegi comparó a Ortuzar con Cayetana Álvarez de Toledo. Eso sí que no lo vio venir nadie. Ayer en Radio Euskadi Ortuzar dijo que es Otegi quien recuerda a Álvarez de Toledo, por sus «frases rimbombantes» y su uso de «un castellano muy antiguo». Igual a Otegi se le empieza a notar ahora el acento porteño: una dulce línea de bandoneón bajo la recia percusión fonética de Elgoibar. Mientras tanto, Elkarrekin Podemos sigue con lo importante: la terapia matrimonial. No le hacen mucho caso, pero Miren Gorrotxategi le insiste a Bildu y al PSE en que ha llegado el momento de comunicarse sin barreras, y les dice que ahí están los pañuelos de papel porque llorar también es de valientes. Si en la sesión saliese por alguna razón el nombre de Cayetana Álvarez de Toledo y a Otegi se le escapase un suspiro («Andoni, che»), yo le recomiendo a Gorrotxategi que pase sin dilación al psicoanálisis.

Pepe Álvarez apostó ayer por «explicarles a los japoneses» que es un «deshonor» lo de Nissan en Barcelona. «Sabemos que eso les duele», aseguró el líder de la UGT, buen conocedor del alma nipona. Lástima que Álvarez no apareciese grave como un 'shogun' sindical y mostrando el sake, el abanico del 'zeppitsu' final y el afiladísimo puñal 'tanto', de modo que la multinacional viese claro que solo le quedan dos opciones: rectificación o suicidio ritual. El plan no presenta una fisura. Tocarle al japonés el flanco del 'bushido'. Qué podría salir mal.