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Hoy Joseba Segura va a ser ordenado obispo en la catedral de Bilbao. Hace cerca de un año el obispo titular, Mario Iceta, anunció que la Santa Sede había aceptado su solicitud de proporcionar a la diócesis un obispo auxiliar. Segura acababa de ser nombrado ... vicario general y todo apuntaba que él iba a ser el elegido. La satisfacción por su designación ha sido general en la diócesis, cuando hasta ahora lo más habitual ha sido que el nombramiento de nuevos obispos viniese acompañado de controversias y divisiones. Se debe fundamentalmente a que Segura ha crecido en el 'humus' de la diócesis de Bilbao, goza de la capacidad para trabajar con todo tipo de sensibilidades eclesiales, cuenta con una amplia formación enriquecida en el extranjero y acredita, además, una rica experiencia misionera en América Latina.
En sus años de joven sacerdote participó activamente en la Asamblea Diocesana de Bizkaia (1984-1987). Fueron años de gran efervescencia en la vida diocesana, que contrastaban con los pasos agigantados del proceso de secularización de la sociedad vasca. Se cifra en alrededor de 25.000 personas el número de fieles que participaron durante aquellos años en aquel histórico -y en buena parte mitificado- acontecimiento. Como elementos innegablemente positivos hay que resaltar que la asamblea impulsó las estructuras de corresponsabilidad de la diócesis, la formación especializada del laicado o el servicio a los nuevos colectivos sociales excluidos, por ejemplo. Pero la diócesis de Bilbao sucumbió al mismo tiempo en 'radicalismos' innecesarios que ensombrecieron el esfuerzo y los mejores resultados de la asamblea, achacables en buena medida a las inercias inherentes que distinguen a menudo a los movimientos asamblearios. Se tensionaron extraordinariamente las relaciones entre la Iglesia de Bizkaia y la Santa Sede al irrumpir la primera en terrenos pantanosos que nunca fueron de su incumbencia, cuando solicitó por ejemplo la disolución del Estado vaticano o de la Vicaría General Castrense. Sorprende que los obispos de Bilbao de aquellos años no pusiesen límites a este 'integrismo progresista' o, dicho de otro modo, que la autoridad eclesiástica -en particular, la del prelado titular- quedara, con frecuencia, prácticamente diluida.
En amplios espacios controlados por 'cristianos progresistas' de la diócesis de Bilbao, que hacían de la promoción de una Iglesia abierta y participativa una de sus banderas, se negaron una y otra vez el pan y la sal a los nuevos movimientos (neocatecumenales, focolares, carismáticos, etc) que se habían transformado, no con poca eficacia, en una de las puntas de lanza de la nueva evangelización diseñada por Juan Pablo II. Es posible que la incapacidad para integrar a estos nuevos movimientos, en las décadas pasadas, haya hecho perder bazas -nada fáciles ahora de recuperar- en la 'recristianización' de Bizkaia y de otras diócesis vascas.
En el seno de la Iglesia local han tenido lugar debates rigurosos y se han elaborado análisis concienzudos sobre emergencias sociales a fin de definir iniciativas que contribuyesen a solventarlas. Pero, sin embargo, se echan de menos investigaciones y discusiones rigurosas, plurales y sin complejos sobre su historia reciente, de las cuales poder extraer lecciones de cara al futuro.
La elección de Ricardo Blázquez como obispo de Bilbao en 1995, más allá de las connotaciones políticas en las que insistieron algunos, a nadie se le escapa que fue ante todo un golpe de timón planificado concienzudamente por la Santa Sede con el objetivo de reconducir a la Iglesia de Bizkaia hacia la ruta que el conjunto de las diócesis de Europa occidental había emprendido desde tiempo atrás. El regreso de Mario Iceta a la diócesis de Bilbao consolidó definitivamente esta nueva etapa.
El nombramiento de un nuevo obispo auxiliar en Bilbao puede ser una gran oportunidad para impulsar nuevos liderazgos apostólicos. La presencia de Segura en Ecuador, siguiendo la estela de otros misioneros vascos, le ha permitido convivir con tradiciones y carismas religiosos que han enriquecido su experiencia de fe y que, además, a buen seguro le servirán como referencia a fin de dotar de creatividad a su labor pastoral. El anuncio del Evangelio siempre será más fácil en parroquias, colegios y comunidades cristianas en general si se multiplican agentes pastorales con capacidad para, como enseña la parábola, traer «vino nuevo» en «odres nuevos».
Parafraseando unas declaraciones recientes del Papa Francisco, el problema de las Iglesias locales de hoy no es ser «pocos», sino convertirse en «insignificantes». La Iglesia de Bizkaia conserva aún vitalidad y fortaleza. Exponente de ello es que cerca de la mitad de los escolares de Bizkaia estudian en colegios católicos y miles de jóvenes se matriculan cada año en la Universidad de Deusto. Así pues, los centros educativos cristianos, en los que conviven durante largos años niños, adolescentes y jóvenes, son a los que toca -ahora más que nunca- protagonizar un rol pastoral (¡y misionero!) insustituible, ya que la mayoría de las familias han renunciado a educar cristianamente a sus hijos y, por lo tanto, también han dejado de frecuentar las parroquias.
Precisamente la visita del entonces rector del seminario de Bilbao, Juan María Uriarte, al colegio en donde Segura cursaba COU, detonó su decisión de convertirse en sacerdote, en un momento en el que la diócesis se enfrentaba a un fuerte declive de las vocaciones clericales y a un alto número de curas que abandonaban. Solo testimonios coherentes, comprometidos y persuasivos pueden hacer germinar vocaciones cristianas.
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