Nuevas normas

Así, por supuesto, no se puede funcionar. Si los universitarios de 2021 son la generación mejor preparada de la historia, es justo pensar que sus infracciones serán también buenísimas. Por eso había que modernizar las cosas y el Gobierno tiene lista una «Ley de Convivencia Universitaria». Si el nombre les gusta, Moncloa ilustraba ayer el anteproyecto de un modo aún mejor: con una foto en la que se ve a cuatro jóvenes claramente del PP que se abrazan y miran un cielo azul que simboliza su futuro. También parecen pisar un trigal que debe simbolizar el trabajo manual con intensa carga física del que escaparían gracias a la formación superior si el país no tuviese un 40% de paro juvenil.

Que las universidades tiendan a tener sus propios reglamentos hace que la norma gubernamental tampoco vaya a ser revolucionaria, pero puede que sirva como marco común y respaldo si las cosas se complican. La nueva ley prioriza la mediación, persigue la copia y el plagio y sanciona las novatadas humillantes. También considera como una infracción grave que se reviente una clase o un acto programado. Esto está bien porque así Pablo Iglesias podrá ejercer su derecho a dar charlas en la universidad. Imagino que el trabajo en Educación no ha sido fácil. El ministro Castells es un hombre de los sesenta y puedo verle intentando explicarle a su equipo que no hace falta tanta norma: «Los conflictos en Berkeley los solucionábamos sintonizando, tíos, buscando la unión en el viaje psíquico». Ya hay agrupaciones de estudiantes mosqueadas porque es como si aquí todas las infracciones las cometiesen ellos. Deberían tener acceso al ministro. Yo creo que Castells va a darles la razón: «Los viejos son así, chicos, tienen miedo y acumulan el poder. ¿Os he contado lo que hicimos una noche Emmett Grogan y yo en San Francisco?».

Un día después de ser nombrado president de la Generalitat con el apoyo de la CUP, Pere Aragonès vio cómo las juventudes de la CUP ocupaban la sede de Esquerra en protesta por un desahucio. «Primer aviso», decían. Frente a la sede ocupada, la portavoz de las juventudes denunciaba que el nuevo president está «al lado del capital». ¿El capital? Pero si su consejero de Economía viene de Repsol y La Caixa. Es prácticamente un ludita. Aragonès, eso sí, mostró ayer fuerza y liderazgo. Solo le faltó preguntar qué son esos Mossos de los que tanto le hablan. Parece otro día en el manicomio catalán, pero quizá sea el comienzo de una tradición republicana. Lunes: investidura presidencial e interpretación solemne de 'El Segadors' por parte de un dúo vanguardista de tango-jazz feminista y barcelonés. Martes: tradicional ocupación de la sede del partido en el Gobierno por parte de las juventudes de la CUP, partido que apoya al Gobierno.

Estamos acostumbrados a casi todo por el lado pandémico, pero el modo en que lo de AstraZeneca ha pasado de ser un problema de trombos a ser uno de 'stock' debería resaltarse. La diferencia entre ambas categorías no es menor. Tiene que ver con la confianza y con la logística. Después del desastre político y comunicativo, al menos ya entendemos cuál habría sido la situación ideal: el ciudadano yendo a vacunarse feliz y tranquilo con la fórmula que en cada momento contribuya mejor a la inmunidad colectiva. Quizás en la próxima pandemia.