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Furgón de cola ·
La primera ministra marca un récord en lo de empezar con mala suerte en el nuevo trabajoSecciones
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Furgón de cola ·
La primera ministra marca un récord en lo de empezar con mala suerte en el nuevo trabajoTras la muerte de Isabel II, la opinión pública está preocupada por el ascenso al trono de su hijo Carlos. Pero no por los súbditos, es curiosísimo. ¡Por Carlos! «No lo va a tener fácil», se asegura. Yo le daría la vuelta. ¿Qué rey inglés ... no lo tuvo más difícil? Me dirán que el nuevo llega al trono con setenta y tres años y el país lleno de problemas. Pues yo les respondo que no pasa nada. Los países siempre están llenos de problemas y Eduardo V fue rey con doce añitos y eso le sirvió para que Ricardo III, su tío, tardase ochenta y nueve días en asesinarlo. Carlos III, en cambio, puede estar tranquilo: nadie de su familia va a tratar de asesinarlo. Al menos hasta que Meghan Markle regrese previo pago al programa de Oprah Winfrey.
En realidad, es Liz Truss la víctima del momento. No se puede tener peor suerte. Llegas a ser primera ministra del Reino Unido sin elecciones de por medio y se te muere la reina más longeva de la historia a las cuarenta y ocho horas. Lo hace, además, el día que tú debutas en la Cámara de los Comunes presentando un plan energético que aspira a reducir las facturas de los ciudadanos y nadie sabe cómo diablos se va a pagar. El jueves, durante el debate de esa medida que debía monopolizar la conversación pública y fijar el liderazgo de la nueva gobernante, Truss vio cómo los periodistas recogían sus cosas y se largaban. Les había llegado el aviso de que Buckingham iba a hacer un comunicado importante sobre la salud de la Reina. Cabe suponer que el aviso también llegó al móvil de la primera ministra, que quizá revisó entonces su lista de cosas urgentes por hacer -una lista en la que hay crisis, caos y guerra- y añadió: «relevo histórico en la jefatura del Estado y lo que vaya surgiendo».
Asistimos a una especie de récord a la hora de empezar mal en el trabajo. Quizá por eso el discurso de la primera ministra tras el fallecimiento de Isabel II fue flojo. Que quien al día siguiente diese un discurso magnífico sobre el mismo asunto en el Parlamento fuese Boris Johnson tuvo algo de recochineo cósmico. Al encender ayer la tele en Downing Street, Liz Truss comprobaría que los programas no hablaban de su llegada al Gobierno o de su plan contra la crisis. Lo que hacían era seguir en directo, durante horas, el viaje de un ataúd.
Economía
Cualquiera que tenga una buena formación económica sabe que el oro es imbatible como valor refugio. Por eso hay que conseguir la mayor cantidad posible y enterrarla en una isla secreta del Pacífico, donde conviene que terminen enterrados también los compinches (Paddy 'Piraña' Dawkins, el Reverendo Fowler, Perronegro Smith) que te ayuden en la operación. Sin embargo, las criptomonedas compiten con el oro como inversión en nuestros tiempos convulsos. Qué curioso. Me refiero a la certeza de encontrar seguridad en el bitcóin apenas tres meses después de que se viviese el 'crack' virtual y en los foros de la cosa se les pidiese por favor a los 'criptobros' que no se suicidasen. Pues el negocio ha debido de remontar. Y los expertos recomiendan diversificar. ¿El qué? Metidos en crisis, catástrofes y colapsos, voy a decir algo a favor del oro: en la Edad Media, sin electricidad ni Internet, funcionaba bastante bien.
Loiu
Entre lo del combustible y lo del clima, lo que va de fábula en el aeropuerto de Loiu son los vuelos privados. Yo tampoco entiendo nada. Pero tiene explicación. Y remite, como todo, a la pandemia. El covid limitó tanto los viajes y generó tanto miedo a las apreturas humanas que hubo quien descubrió el aerotaxi. Aunque en Loiu también aterrizan aviones realmente privados. Con dueño. Uno solo. Con lo sostenible que sería que los millonarios compartiesen jet para ir a las cosas de millonarios como comparten coche los oficinistas para ir a la oficina.
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