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No queríamos ni nombrarla, y, sin embargo, hoy nos alarmamos por el éxito conseguido. ¿Qué ha pasado para que una fuerza así haya obtenido una representación de 52 escaños? Muchas pueden ser las razones, y yo me voy a permitir apuntar varias.
En primer lugar, ... hay que reconocer que nunca hemos sido ajenos a los movimientos que se producen en nuestro entorno político europeo. El ascenso de partidos como los liderados por Marine Le Pen, Matteo Salvini o Viktor Orban nos debían haber puesto en alerta ante el fenómeno. Como ya nos anunció Hannah Arendt, quizás hayamos contribuido a banalizar las raíces del mal y tanto medios de comunicación como representantes políticos no hayan sido beligerantes contra el discurso del partido de Ortega Smith, a las imágenes de los debates me remito.
Es necesario reconocer además que la crisis de Cataluña ha servido en bandeja un importante balón de oxígeno a esta fuerza que se ha erigido en representante del nacionalismo español. Todo nacionalismo crece cuando se confronta a un nacionalismo opuesto, es una cuestión de manual. Si desde las formaciones independentistas catalanas se repite que España ha humillado a Cataluña, no se debiera haber minusvalorado el importante sentimiento de humillación hacia los españoles que el desarrollo del 'procés' ha generado en amplios sectores de población.
No debemos olvidar tampoco un tema del que Abascal ha hecho bandera, me refiero a la cuestión migratoria. Su éxito en Murcia o en Almería no puede separarse de las percepciones que la población tiene sobre este fenómeno. Será necesario reforzar la red anti-rumores, cierto, pero también afrontar algunas realidades problemáticas que alimentan el discurso del odio.
Finalmente aceptar que este tipo de fuerzas populistas no se alimentan, contra lo que la ciudadanía parece pensar, de votantes acomodados o de clase alta, no al menos de forma mayoritaria. Como ya ha ocurrido en el resto de Europa, estos partidos suelen tener un núcleo de voto muy importante en los barrios más populares o entre población trabajadora. No creo que los votantes mayoritarios de Rocío Monasterio vivan tan sólo en La Moraleja o en el barrio de Salamanca. La realidad nos dice que espacios aparentemente de izquierda votan en clave populista y patriótica.
Está claro que Vox recupera del pasado una serie de agravios a la nación española, comunes en todo nacionalismo romántico, y reclama una adhesión patriótica que resulta absolutamente incompatible con nuestro acuerdo constitucional. Quienes hablan de un cordón sanitario no debieran tener complejos en ponerlo en marcha. En Bélgica fue ilegalizado el Vlaams Belang por su discurso racista y les recuerdo que aquí se ha hecho contra el terrorismo, pues eso y no otra cosa fueron la Ley de Partidos o el Pacto de Ajuria Enea. Lo que no podemos hacer es seguir sin nombrar lo innombrable, pues tiene nombre, se llama Vox.
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