Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Moria es el reino que aparece en 'El señor de los anillos', la novela de J.R.R. Tolkien que se convirtió en un libro de culto y en un 'best seller' sin techo. Era el reino de los Enanos en la Tierra Media, que ... explotaban unas minas de fertilidad infinita. Hasta que todo cambió y se transformó en un abismo negro, en un pozo oscuro. Había que pisarlo para cruzar las Montañas Nubladas. Una épica que ha enganchado a millones de lectores. En la vida real, Moria es un agujero inmundo en la isla griega de Lesbos, frente a las costas de Turquía, donde se hacinan más de 20.000 refugiados en lo que se puede considerar una cárcel a cielo abierto. Un infierno. Es un confinamiento interminable, ahora más invisible con la crisis del coronavirus. Pero sus moradores nos siguen gritando: ¡Aquí estamos. No nos olvidéis!
Moria fue noticia porque una niña de seis años murio en el campo en un incendio que calcinó varias tiendas de campaña. Era una niña sin nombre. Su muerte sólo mereció unas líneas de agencia y un suelto en una esquina de las páginas de Internacional de los periódicos o un breve en los sótanos de las web digitales. No se sabía nada de su vida, de su familia, de sus penurias, de sus sueños en una Europa que ahora se encastilla con el cierre de fronteras. Ella también tenía que atravesar las Montañas Nubladas de Tolkien para llegar al paraíso, pero se quedó atrapada en las Tierras Ásperas en medio de un estercolero, sin luz, sin apenas agua y con una comida racionada que muchas veces ni siquiera se puede conseguir pese a aguantar muchas horas en una cola. Se quedó en tierra de nadie. Acosada, además, por las nuevas hordas de trasgos y orcos en las que se han convertido las patrullas de la extrema derecha xenófoba y populista. Esto no tiene nada que ver con un mundo de fantasía, es la pura y dura realidad.
La suya es una infancia robada. Como la de otros muchos niños que se han quedado en el camino. En mi archivo anoto la muerte reciente de otro niño que llegó a Francia, al aeropuerto Charles De Gaulle, como polizón en la bodega de un avión. Lo encontraron acurrucado en el pozo del tren de aterrizaje, el espacio donde se acoplan las ruedas tras el despegue. Era una aeronave operada por Air France procedente de Costa de Marfil, de Abiyán, la capital económica del país africano. ¿Qué empuja a un niño a meterse en el agujero de un avión que va a volar a 10.000 metros de altitud donde el oxígeno es escaso y la temperatura desciende hasta los 50 grados bajo cero? Si no moría aplastado, moría congelado. Él también quería volar, pero murió en el intento y su sudario fue el fuselaje de un Boeing 777. La escueta nota oficial se refería a la víctima como un pasajero clandestino en el vuelo AF703. Sin más datos. Otro niño sin nombre.
De Costa de Marfil también procedía una niña de 13 meses que murió tras llegar a Arguineguín, en la costa grancanaria de Mogán. Su madre tiene 26 años y buscaba una vida mejor para su hija. La había llamado 'Sephora', aunque su nombre no figuraba en ningún registro oficial. En griego significa belleza, y es la rutilante marca de una línea de cosméticos de lujo parisina. También es el nombre de la esposa de Moisés, que guió a su pueblo hacia la Tierra Prometida en lo que se conoce como el Éxodo. La Biblia nos cuenta que Moisés llegó, pero nunca la pisó. Sephora nunca pisó Gran Canaria. Su cuerpecillo descansa en el nicho de un cementerio con un frío número, como muchos otros náufragos de la vida en los camposantos de Canarias, Andalucía, Ceuta o Melilla.
De Ghana salió la mujer que dio a luz en una patera a la deriva, localizada por los servicios de salvamento a 15 millas de Arrecife, en Lanzarote. La joven fue trasladada a un hospital y logró salvar la vida, pero nada se pudo hacer por su bebé. Nació y murió en mitad del océano en una embarcación insana y agujereada. El bebé fue enterrado en un nicho, con número pero sin nombre, mientras su madre, en estado de shock, se recuperaba en un centro sanitario y maldecía, seguro, el momento en el que decidió embarcarse en la ruta atlántica hacia Canarias, la vía más peligrosa. Una fosa que en 2019 se cobró más de 170 muertos o desaparecidos.
Salió de la localidad marroquí de Tan-Tan, un nombre simbólico que parece una llamada, a la que responden miles de desesperados. Fue fundada por los españoles en 1940 como puesto militar en tiempos del Protectorado y de muy cerca de allí salió la famosa Marcha Verde hacia el Sáhara occidental en 1975 cuando Franco agonizaba. Ahora es terreno de las mafias. Otras oledadas salen de Dajla, la antigua Villa Cisneros, que en su día fue un campo de deportados para presos con nombre, como el anarquista Buenaventura Durruti. Todavía quedan huellas coloniales en lo que se conoce como la península de Río Oro, un apellido que nada tiene que ver con los féretros en los que terminan los migrantes y refugiados, de cinc y plomo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.