Borrar
Una navaja y Borges

Una navaja y Borges

Don Ernesto vivía en una residencia y no quería conservar muchas cosas

Domingo, 2 de agosto 2020, 00:13

Hará algo más de un año, antes de que la vileza y la negligencia convirtieran muchas residencias de ancianos en morideros, un hombre muy mayor vestido con traje y corbata se me acercó y me habló. Tenía una cara triste y movía la cabeza en ... un breve gesto de afirmación que repetía sin cesar como si estuviera sobre una superficie que vibra. Supuse que era el efecto de un mal de Parkinson avanzado. Noté que también le afectaba a la dicción. Don Ernesto, llamaré así al atildado anciano, me explicó que había sido amigo de mi padre y que sabía que murió. Me contó que vivía en una residencia desde que se había quedado viudo. Pero me había abordado por un motivo muy concreto. «Me enteré de que vives aquí, en el Casco Viejo. Por fin te encuentro. Te he buscado durante bastantes días porque quería darte esto». Sacó de un bolsillo interior de la americana una enorme navaja, que me entregó cerrada. Añadió que mi padre se la regaló, que viviendo en la residencia no quería conservar muchas cosas y que había pensado que lo más adecuado era dármela a mí.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo Una navaja y Borges