Narcóticos vascos
Furgón de cola ·
En el aniversario del fin de ETA, Otegi se hace un lío con la sinceridad y los hormiguerosSecciones
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Furgón de cola ·
En el aniversario del fin de ETA, Otegi se hace un lío con la sinceridad y los hormiguerosQué decepción. Arnaldo Otegi no es un gigante de la paz, sino un estratega al que la correlación de fuerzas obligó a resignarse a lo que decía Lenin en la carta aquella: cobrar la deuda por partes. O sea, que Otegi coge por la mañana ... el tono del foro social de gravedad permanente y ataca el «sentimiento sincero» y por la noche, ya con los suyos, explica que lo de la mañana sirve para ocupar el centro del tablero y dar una patada al hormiguero «en este pueblo narcotizado». Al día siguiente, se va a la radio y le pregunta al lehendakari por qué está enfadado si su pueblo está «muy contento», pero no por los narcóticos, sino por los sentimientos sinceros. Se puede ser, ya lo ven, un virtuoso del pecado.
Por supuesto, nadie en la partida de póker del poder ignora cuál es la naturaleza de Otegi, hasta cierto punto la misma de la partida que allí se disputa. Lo increíble es que finja no enterarse la sociedad vasca. Como si las palabras de Otegi no fuesen también un escándalo porque las recibe sin reparo la militancia de Bildu, o sea, la segunda fuerza del país: una gente que por arte de magia ha pasado del 'ETA, mátalos' al 'Black Lives Matter'. Con esa evidencia refrescada por la exclusiva de este periódico, ayer la sociedad vasca aún parecía esponjarse por la atención que concitaba el aniversario del fin de ETA. Y mira que no hay mucho que celebrar en semejante pozo de horror y desperdicio. Pero la palabrería y la exhibición sentimental acuden siempre a evitar que aparezca el silencio, la sencilla verdad o cualquier otro material noble que sirva como espejo.
Pero, bueno, reconozco que yo también tenía preparado mi relato, por si me asaltaba un reportero, para no romper la magia y la narcosis: «Recuerdo el fin de ETA como si fuese ayer. Al enterarme salí a la calle llorando y me encontré con Pernando Barrena, pero en lugar de mirarnos con desconfianza, nos abrazamos y, como comprendimos que no había palabras, rompimos a cantar una de esas canciones de Mikel Laboa que son todo ruiditos. A nuestro alrededor, la sociedad vasca estaba felicísima, llorando. Un ertzaina de uniforme le pegó un morreo a una enfermera con carné de LAB. Fue entonces cuando apareció Kofi Annan a caballo y nos dijo en lengua kwa que éramos la repera».
COVID
Malas noticias desde el frío: Letonia vuelve al confinamiento y Rusia cierra una semana los colegios y los centros de trabajo. Mientras tanto, nosotros disfrutamos del otoño y apenas nos acordamos del virus. Las cosas, sin embargo, no van tan bien. Euskadi es junto a Cataluña la comunidad con peores datos del país en una situación general que no se sabe si es un repunte puntual o un cambio de tendencia. Las instituciones alertan y suena todo a canción del verano pasado. Debería componerse la canción del invierno inminente, que será distinto porque la vacunación generalizada lo cambia todo y al tiempo implica el riesgo de la excesiva confianza a las puertas del frío y la campaña de gripe. Un objetivo que cualquiera puede entender para andarse con ojo; qué sé yo, en un estadio puede ser no complicar el funcionamiento del sistema sanitario. Y, bueno, ayer se detectó un brote entre pacientes en el hospital de Basurto.
NAVALNI
Alexéi Navalni gana el premio Sájarov y, como si quisiesen justificarlo aún más, Rusia insiste en que las acusaciones de que fue envenenado son «inconsistentes». En su día dijeron que Navalni se desmayó en el avión aquel porque estaba a dieta. La Eurocámara reconoce la «gran valentía» del disidente y uno recuerda que hace poco los medios oficialistas de su país publicaron una encuesta con un dato llamativo: el 27% de los rusos asegura que «no pueden decir una mala palabra sobre Putin». No descarten que no sea en sentido figurado.
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