Mundo Maradona
Furgón de cola ·
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Furgón de cola ·
Ver perder la cabeza a un argentino es uno de esos espectáculos que ofrece la naturalezaNo puede negársele a Maradona una importancia que va más allá de lo deportivo y llega a lo cultural, puede que hasta lo filosófico. Viendo ayer las imágenes del duelo por el mito en Buenos Aires, cualquiera en su sano juicio se replanteaba cuáles son ... esas pocas cosas que realmente merece la pena hacer en la vida, añadiéndole a lo del libro, el hijo y el árbol un nuevo objetivo realmente inspirador: consigue que tu velatorio comience con una carga policial.
Maradona lo logró y también que alguien en el Elíseo, corazón de la fría Europa, rompiese a escribir de un modo encendidísimo, llamando al finado «bailarín con botas de tacos» y dándole el pésame en un comunicado oficial «a todos los que tuvieron que negociar con su mujer para bautizar Diego a sus hijos». Que Emmanuel Macron cuenta con algún 'speechwriter' de origen argentino, por supuesto, ni cotiza. Me gusta imaginarlo escribiendo esas cosas con lágrimas en los ojos y la camisa rota, murmurando «Diegoooo, Diegooooo» en el centro de algún despacho extenso, repostero y Pompadour.
Uno de los espectáculos más imponentes que ofrece la naturaleza consiste en ver perder la cabeza a un argentino por motivos maradonianos. No me refiero a un hincha fanatizado, sino a un argentino estándar, culto, prudente, cabal. Como aquel conocido escritor aquella noche. No podía haberse mostrado más comedido y cordial durante la cena. Nada extemporáneo salió de su boca. Pero a los postres surgió el tema de la decadencia de Maradona y se transfiguró, instalándose en la enormidad. «Hay que ser argentino», resoplaba furioso y agónico. «Hay que ser argentino para entenderlo». Cada inocente reparo le parecía una injuria y se parapetaba tras confusas apelaciones a la pasión y la complejidad. Su tesis de fondo, sin embargo, era muy sencilla: no se puede ser normal cuando has sido el más grande.
Le afloró tanto la tragedia nacional a aquel hombre que en la mesa se decidió cambiar de tema. ¿Qué sentido tiene sufrir habiendo postres? En términos de grandeza y normalidad, ninguno de los comensales osó recordar la existencia de Ray Sugar Robinson, Carl Lewis, Michael Jordan o Induráin. O la de Di Stéfano, Pelé o Cruyff, volviendo al fútbol, que tampoco le pegaban mal al balón y llevaron después de todo unas vidas de ídolo razonables.
FISCALIDAD
Parecía que la política española no podría lanzarse a otro debate que fuese todo teatro y fratricidio. Pues allá va: la guerra fiscal entre Madrid y no se sabe si Cataluña o el Estado. Últimas noticias: Isabel Díaz Ayuso invadió ayer Barcelona y al PSOE no le parece mal buscar la «armonía» del país justo por el lado de los impuestos. Tiembla, imagino, Concierto vasco. Todo comenzó con Rufián diciendo la palabra 'dumping'. Díaz Ayuso –a quien 'Le Figaro' destaca como «la nueva musa de la derecha española» en lo que solo puede entenderse como una maniobra de desestabilización extranjera– tardó un segundo en responder erigiéndose como «la peor pesadilla» de quienes vayan contra Madrid. Que todo haya prendido tan bien solo demuestra que la presidenta y el presidente se necesitan de un modo enternecedor que, por supuesto, va a volvernos a todos locos. Vamos allá. Isabel Díaz Ayuso se bajó ayer del tren en Sants y solo faltó que las primeras palabras las dijese para la historia «Ich bin ein barceloner».
OSAKIDETZA
Una buena manera de arruinar una reunión es hacerle ver a la otra parte que su presencia es irrelevante. Un ejemplo: ayer el Gobierno vasco lanzó una nota con las conclusiones de la mesa sectorial de Osakidetza... mientras la mesa se estaba celebrando. Lakua asegura que fue un error, pero los sindicatos, claro, se molestaron. Y se levantaron de la mesa, o sea, se desconectaron, que la cosa fue telemática. En una especie de doble combo mortal, del comunicado precoz a los sindicatos no solo les disgustaron las formas, sino también el fondo: una subida salarial del 4% exclusiva para los administrativos de Atención Primaria. Lo peor es que la mesa sectorial de Osakidetza no se convocaba desde junio. Eso significa que los sindicatos se reunían por primera vez con Gotzone Sagardui. Y cabía tenerle cierta esperanza al factor humano, a la química. «Aquí va a hacerse una especie de borrón y cuenta nueva y esta gente va a llevarse ahora fenomenalmente», podía pensar alguien que tuviese el talante optimista y quizá también la costumbre de apretarse mucho la mascarilla, de modo que la oxigenación cerebral no es suficiente. Así llegan después las alucinaciones.
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