Multitud mortal

El sábado más de ciento cincuenta personas murieron atrapadas en un callejón del barrio de Itaweon en Seúl. Celebraban Halloween y demasiados jóvenes terminaron perfeccionando al extremo su disfraz. Como sucedió en la avalancha de la Love Parade de Duisburgo, las imágenes de los móviles trasladan un temor retrospectivo. Pero si yo he estado ahí. Y nunca pasó nada. Lo que puede pasar lo ha estudiado la física y la psicología. A partir de una densidad de seis individuos por metro cuadrado, se genera el «temblor de multitud» que precede a los empujones y los aplastamientos. Y el pánico se contagia anulando la cooperación y desencadenando una fuerza irreprimible que convoca a la muerte por instinto de supervivencia.

En 1953, mientras los moscovitas acudían por miles a la capilla ardiente de Stalin, se taponó un acceso a la Plaza Trubnaia y la gente quedó atrapada entre los edificios y una barrera formada por camiones del Ejército. El poeta Yevgueni Yevtushenko estaba allí y describe en su autobiografía cómo el aliento de la multitud atrapada formaba una nube blanca en la que se reflejaba la sombra de los árboles. Lo que cuenta después es aterrador. Arrastrado por la riada humana, aplastó contra el poste de un semáforo a una niña. «Sentí con mi cuerpo el crujido de sus huesos frágiles». Cuando vio que la superficie blanda que pisaba era gente caída, dio un salto y eso hizo que la masa lo arrastrase como una ola. Se cree que aquel día murieron quinientas personas en Moscú. Hace siete años murieron más de dos mil peregrinos en La Meca. Las desgracias de este tipo en ceremonias religiosas no son infrecuentes. Generan automáticamente la sospecha de que el dios respectivo decidió mirar hacia otro lado.

Clasifiquemos meteduras de pata. Está mal que un gobernante español confunda Kenia con Senegal, porque mira que están lejos. Pero es peor que confunda Honduras y El Salvador, como Trillo aquella vez, porque son países que deberían estar cerca de nuestro corazón. El Salvador es el país de Roque Dalton. Honduras el de David 'La Pantera' Suazo. Poca broma con eso. Siguiendo con los fiascos, que Feijóo crea que 1984 es una fecha en la que Orwell hizo algo pese a morir en 1950 da muchísimo alipori. Como lo da que Pedro Sánchez suelte solemnísimo que recuerda, «y mucho», los versos en los que Blas de Otero dice que, de todas las historias de la historia, sin duda la más triste es la de España. Es de Gil de Biedma, claro. Y este es un país de todos los demonios en el que a la élite política ni le suenan las referencias culturales más habituales en la discusión pública. Dicho de otro modo: no lee ni tebeos la élite política.

Igual hay que darle una vuelta a lo de las 'fake news'. Que serán peligrosísimas, pero es que igual también la gente es simplemente idiota. En Brasil, entre los bulos salvajes de antes de la votación definitiva, el bolsonarismo ha acusado al cardenal de Sao Paulo de comunista por haber dicho algo obvio: la discusión política no debe estar por encima de la amistad o la familia. ¿La prueba que demuestra el comunismo del cardenal? Que viste de rojo. Y eso funciona, imagino que demostrando que el Papa de Roma es del Real Madrid desde hace siglos.