Los motines de hoy
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Nadie ha planteado una alternativa creíble y eficiente pese a las manifestaciones de hartazgo con el sistema actualSe acerca, titubeante, la quinta revolución industrial, la de la sostenibilidad. Unida a los ingredientes de la vigente era digital, el progreso carece de una definición nítida y previsible. Solo intuimos que nada será ya igual. En el ámbito de la economía, como es lógico, ... también van surgiendo nuevos fenómenos que es preciso analizar con ojos críticos para captar enteramente su mensaje innovador.
Uno de estos nuevos sucesos consiste en la aparición de una peculiar cepa de motines, que se expande a lo ancho y largo del planeta. Múltiples motines de hondas consecuencias económicas, que conviven con las viejas revueltas y rebeliones.
Un motín es algo que se remonta a la noche de los tiempos -la rebelión de Espartaco- y muchos son de gran notoriedad. Por ejemplo, el sucedido en abril de 1789 en la fragata británica 'The Bounty', argumento de cinco filmes, el último rodado en 1984 con Anthony Hopkins y Mel Gibson como actores principales. El Motín del Bounty simboliza el conflicto clásico entre la tiranía y una causa justa.
Otros motines recogen episodios famosos de nuestra propia historia pasada. Así, por ejemplo, el Motín de Aranjuez, en marzo de 1808, que provocó la caída del ministro Godoy. Igualmente, el Motín de Esquilache de 1776, una revuelta popular con importantes reivindicaciones sociales.
En todos los casos se trata de reacciones violentas a situaciones de injusticia que no alcanzan a ser solventadas por los cauces legales ordinarios. Motines y rebeliones pueden ser represaliados o salir indemnes y airosos al término de sus reivindicaciones, dependiendo de que sus cabecillas hayan ganado o perdido el pulso lanzado a la legalidad. Pero en todos los ejemplos contienen los siguientes ingredientes: ataque al orden establecido, reacción airada de hastío ante unos hechos puntuales y ausencia de ambición para introducir de forma ordenada un modelo sustitutivo de convivencia social. Estamos básicamente, ante un estallido frente a una situación particular de avasallamiento y despotismo.
Pues bien, la nueva era nos ha sorprendido con una modalidad distinta de motines, una variante influyente y novedosa. Los motines a los que nos referimos no conculcan la legalidad, poseen homologación democrática, aunque conjuguen la acción callejera con la propiamente parlamentaria y se distancien de la democracia representativa por promover un cierto caudillismo, y expresan singularmente -esto es lo crítico- un hartazgo ante un elemento central económico del vigente sistema económico: la globalización. Estamos, en consecuencia, ante motines antiglobalización.
Se preguntará el perplejo lector a qué tipo de motines podemos estar refiriéndonos, sin percatarse de que los motines legales a los que aludimos ya están influyendo decisivamente en nuestra vida diaria, copando los titulares de los medios, y socavando la ortodoxia económica vigente con repetidas dosis de proselitismo conceptual en todos sus ámbitos de influencia.
He aquí algunos ejemplos: el Brexit, el acceso de Trump al poder, el auge del Frente nacional en Francia, el fenómeno de la Liga norte italiana, la iniciativa AFD en Alemania y en alguna medida la irrupción de formaciones antisistema en el escenario español, pertenecientes tanto a la derecha como a la izquierda radical. El último de la lista es el motín del 'Spexit', el Brexit español, de escasa intensidad por el momento.
Los partidos tradicionales se hallan cada vez más acorralados electoralmente por los de nuevo cuño, que, de la mano del hallazgo de Branco Milanovic que constata el empobrecimiento de las clases medias mundiales en el transcurso de la globalización, abogan por el desmantelamiento de la misma, por el cierre de las fronteras a la migración y a su competencia desleal, y por un comercio con aranceles protectores de la producción propia. Todo en aras de rescatar la soberanía nacional y recuperar el control del país, un mantra que comparten los partidarios de Trump, los Brexiteers y los seguidores del Frente Nacional francés, junto al resto de arriba citados.
La deriva nacionalista, proteccionista, xenófoba y autoritaria de grandes masas de electores que votan a los partidos anti-establishment, se traduce en mensajes simples, ingenuos y aun falsos, que pretenden dar soluciones a cuestiones muy complejas. Asistimos a motines legales diversos contra un capitalismo manifiestamente mejorable. Pero nadie, ni los amotinados ni los poderes institucionales vigentes han encontrado hasta el momento, como sistema, una alternativa creíble y eficiente que lo sustituya.
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