Misterios de Baco

Otra cosa es que sea precisamente en Álava, teniendo en cuenta la existencia de Laguardia y Elciego, donde al dios del vino convenga secuestrarlo en lugar de tratarlo bien y ponerle un templo. El misterio de lo sucedido ya se ve que no es pequeño. Contribuye a ello la actitud de Jon Buesa, que primero dijo que él no tenía la cabeza del dios encontrada en Arkaia en 1976, sino una copia, y que ahora, con el asunto ya en el juzgado, ha entregado precisamente la cabeza original encontrada en Arkaia. La segunda parte del misterio no es menor y tiene que ver con el modo entre distendido y surrealista en el que la Diputación de Álava parece custodiar el patrimonio arqueológico. Asombrosamente, la foralidad tenía noticia de que la pieza estaba «en manos de un particular», pero no tenía la menor urgencia por recuperarla. Ahora la diputada de Cultura celebra que la pieza regrese al Museo de Arqueología y saca pecho: ese es su lugar. Sus antecesores deberían explicar por qué su lugar no era ese ya hace años, cuando, por ejemplo, se hizo una copia en el domicilio de Buesa para exponerla -la copia- en el museo. Para explicar esto, yo sugiero apostar directamente por el éxtasis báquico. Coronarse de pámpanos, cubrirse con pieles de ciervo y gritar «¡Evohé! ¡Evohé!» hasta dejarlo todo claro.

Pedro Sánchez celebró ayer los cuatro años de la moción de censura de un modo original: dio un mitin televisado en el Congreso en el que en lugar de simpatizantes tuvo subordinados. «Estos sí que aplauden bien», debió de pensar el presidente mientras destacaba la frecuencia con la que ha salvado al país últimamente. Lo asombroso fue sin embargo que el aniversario reflotase imágenes de aquel tiempo. Fue como un viejo Súper 8 familiar. Todo fantasmas. El de Rajoy, pero también los de Iglesias, Rivera, Ábalos, Iván Redondo, Rafael Hernando, Joan Tardá, Marta Pascal, Girauta, Ramón Espinar… Y esa escena de Monedero despidiendo paternal a Soraya a las puertas del Congreso. ¿Quién era esa gente? A mí también me quieren sonar. «Un año corrompe, un lustro destruye», anotó Byron en su diario. «Es increíble lo pronto que perdemos la impresión de cuánto deja de estar constantemente ante nosotros».

Lo de Don Benito y Villanueva se vendió como el gran acuerdo español desde la Transición. Y ya se está refutando, claro. El problema es el nombre para el nuevo municipio y ayer hubo que escoltar a los alcaldes. Hay dos opciones: Concordia del Guadiana o Mestas del Guadiana. A mí tampoco me gustan, pero atiendes a los expertos y son topónimos pertinentes. Claro que a mí no me van a cambiar el gentilicio. Los vecinos involucrados están además rodeados de pueblos con nombres imponentes. Medellín, el original, a solo ocho kilómetros.