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Los griegos votaron el domingo y no sé que es más reseñable, si la clara victoria del centro derecha de Mitsotakis o la apabullante derrota del populista Tsipras. Lo que resulta evidente es que Syriza se ha dado de bruces contra la realidad. Prometió lo ... inalcanzable y obtuvo lo esperable. Ahora todo el mundo lo ve claro: con el 18,1% de paro -la tasa más elevada de la UE-; una pavorosa deuda del 176,1%; las pensiones recortadas y las humillaciones aceptadas -las económicas del rescate y las políticas de Macedonia-, el fracaso electoral estaba más que cantado. Pero lo que no podemos olvidar los que abominamos del populismo es que recibió una herencia envenenada del centro derecha de Samarás, la Nueva Democracia hoy triunfadora.
Grecia es un buen ejemplo de lo que no hay que hacer en la política. Los gobernantes deben eliminar de sus discursos las mentiras 'anestesiantes' y evitar de su actuación las contradicciones flagrantes. Los griegos votaron en referéndum su voluntad de no aceptar la intervención de su economía por parte de odiada Troika, una votación alentada por Tsipras quien, a los pocos meses, en junio de 2015, lo aceptaba sumiso. ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Dónde estaría hoy el dracma si hubiera salido del euro? ¿Cómo se habría financiado el país si se hubiese decretado el impago de su deuda exterior?
Prometer el asalto al cielo está muy bien, es muy estimulante y enormemente atractivo. Pero hacerlo sin advertir que, previamente, hay que fabricar una escalera muy grande es suicida, es temerario y es fraudulento. Mitsotakis promete ahora una bajada de impuestos, del IRPF para las rentas bajas; un descenso de las cotizaciones, que castigan sin piedad al empleo y una fuerte reducción -del 28 al 20%-, del impuesto sobre sociedades. Todo ello con el loable objetivo de aumentar la inversión privada y empujar el crecimiento del PIB.
¿Será suficiente? Solo con eso, no. Grecia se salvará cuando se salve su economía y su economía se salvará cuando consiga un sistema productivo capaz de competir en mercados abiertos. ¿Cuántos productos griegos ha comprado usted en el último mes? El yogur griego no vale, mire dónde se ha producido. Más aún, ¿cuantos productos griegos, cuántas marcas conoce usted?
Salvar a un país no depende solo de quién lo gobierne. Esa es la condición necesaria, pero no es suficiente. Salvar un país es una tarea colectiva de toda la sociedad que requiere formación y -¡vaya por Dios!-, mucho esfuerzo. Una vez examinado y suspendido al Gobierno de Tsipras, los griegos harían bien en examinarse a ellos mismos. A ver que nota se ponen...
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