Mesas y votantes
Furgón de cola ·
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Furgón de cola ·
La participación se desploma en las elecciones catalanas de la pandemiaHabía temor a que en medio de la pandemia las elecciones catalanas derivaran hacia lo excepcional por no poder constituirse convenientemente todas las mesas de votación. Sin embargo, ayer a primera hora todas funcionaban sin problema, como en cualquier otra cita electoral. Ni una sola ... mesa conflictiva, qué sé yo, en Palafrugell. Lo cierto es que este país las elecciones las organiza de miedo. La maquinaria se muestra siempre sólida, fiable, efectiva. Casi alemana. El producto final del proceso, eso sí, nunca es Angela Merkel. Ahora que lo pienso, la paradoja es fascinante. Como disponer de Beckenbauer, Schuster y Matthäus en la creación de juego pero que después las ocasiones no te las remate 'Torpedo' Müller, sino el delantero centro de la selección de Kiribati, un joven con grandes aptitudes, solo que para el buceo.
Debo advertir que escribo esto antes de conocer el escrutinio electoral y me es imposible profundizar en el análisis y en la metáfora, enlazando como correspondería el destino político de Cataluña, España y Kiribati. Debo disculparme también porque tampoco puedo cumplir con el principal deber periodístico que asume un analista de mi categoría, que no consiste por supuesto en explicar los resultados, sino en apresurarme para ser de los primeros en patear en el suelo al perdedor.
Queda sin embargo algo importante por comentar: la abstención. Ayer se disparó en Cataluña y hace pensar en lo que ya se vio en las autonómicas vascas y gallegas: la sociedad que en lo peor de la pandemia salió a aplaudir a los balcones, insinuando de un modo difuso pero evidente un cierto resurgir de lo comunitario, no va después a votar. El miedo al coronavirus funciona como una explicación relativa. A poco que uno tome las mínimas precauciones, ir a votar apenas se diferencia de ir a comprar el pan, y eso la gente lo hace cada día. ¿Qué clase de hartazgo, indiferencia o desistimiento está entonces detrás de la huida de las urnas? La respuesta es que da igual. Porque esta vez tampoco importará. Como siempre, la abstención será un problema gravísimo, inaplazable y fundamental durante aproximadamente cuarenta y ocho horas. Sobre todo, para aquellos partidos que necesiten excusas.
Menem
Pensamos a veces que nunca se ha visto cosa igual, pero en realidad se ha visto ya casi de todo. Lo compruebas al regresar a los noventa, y a su estruendo, gracias a los obituarios de Carlos Menem, el presidente de Argentina que en 1994 recibió a los Rolling Stones vistiendo un traje amarillo que anuló las pintas de los rockeros y saludó a Jagger diciéndole «Hola, Nick». Aquella noche, en la misma quinta presidencial de la que Menem expulsó a su familia mediante un decreto, se sirvió el menú que hoy sintetiza una época argentina: pizza y champán. Durante diez años en el país fluyó el dinero y el escándalo. Menem fue el peronista cósmico: seductor y canchero, propulsó la fiesta que acabaría en corralito mientras cerraba autopistas para probar ferraris y anunciaba vuelos espaciales que conectarían Argentina y Japón en una hora. Siempre es bueno recordarlo: exagerar con el escándalo suele ser un fallo de memoria.
Galindo
El envilecimiento retroactivo puede ser un gran éxito de Vox. Y ahí está la tercera fuerza del país homenajeando a un condenado por secuestro, torturas y asesinato. «Mi general», ha tuiteado tras la muerte del exgeneral Galindo Macarena Olona, que, además de diputada, es miembro del Cuerpo de Abogados del Estado. Eso debería ayudarle a tener claros algunos principios democráticos. Por ejemplo, que el terrorismo de Estado es distinto al terrorismo común, pero no por las razones que a ella se le intuyen, sino porque es mucho peor.
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