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Un 4 de abril de 1968, hace por tanto cincuenta años, murió tiroteado en Memphis Martin Luther King. Fue asesinado mientras saludaba a los suyos desde el balcón del alojamiento donde se hospedaba a la espera de ir cenar para luego acudir a un mitin ... de apoyo a la huelga de un millar de empleados de limpieza muy mayoritariamente negros. El crimen fue cometido por un delincuente de poca monta que se supone actuó por encargo, y provocó diez días de movilizaciones de la población negra, disturbios que supusieron la muerte de 43 personas. Luther King fue un pastor estadounidense de la Iglesia Batista que desarrolló una labor crucial en Estados Unidos al frente del movimiento por los derechos civiles para los afroestadounidenses y que, además, participó como activista en numerosas protestas contra la Guerra de Vietnam y la pobreza en general. Por esa actividad encaminada a terminar con la segregación estadounidense y la discriminación racial a través de medios no violentos, fue condecorado con el Premio Nobel de la Paz en 1964, cuatro años antes de ser asesinado.
Su figura y su legado -era un visionario y de ahí el presente y la actualidad de muchas de sus ideas (como las de John F. Kennedy, tiroteado también cinco años antes, o el de su hermano Robert- siguen presentes y latentes en parte de la sociedad americana. El movimiento de la causa afroamericana ha tratado de forma reiterada de hallar un sucesor, una voz potente y referente, un relevo acorde con su carisma y con influencia política como la que tuvo y encarnó Martin Luther King. Malcom X, asesinado en Manhattan, no lo fue, ni tampoco el activista Jesse Jackson, que aspiró, ciertamente sin éxito alguno, en un par de ocasiones a la presidencia de EE UU.
Luther King denunció desde muy joven la injusticia económica, las barreras visibles e invisibles que obstaculizaban de una manera muy determinante en el transcurrir vital de los negros. Criticó los obstáculos reales y no escritos que hacían referencia a las clases sociales, a la pobreza, al reparto de la riqueza y a la marginación social. Luchó por el derecho al voto y a la igualdad civil. Entre sus acciones más recordadas están el boicot de autobuses en Montgomery, en 1955, su apoyo a la fundación de la Southern Christian Leadership Conference (SCLC), en 1957 (de la que sería su primer presidente), y el liderazgo de la Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad, en agosto de 1963. Al final de esa protesta, pronunció su famoso discurso «I have a dream» (‘yo tengo un sueño’), gracias al cual se extendería por todo el país la conciencia pública sobre el movimiento de los derechos civiles y se consolidaría como uno de los más grandes oradores de la historia estadounidense. Parte de los derechos reclamados por el movimiento serían incluso aprobados con la promulgación de la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley de Derecho de Voto de 1965. Pero ciertamente parte de los blancos estadounidenses entendían que ya habían sido lo suficientemente ‘permisivos, solidarios y generosos’ y se sentían violentados por las aspiraciones de Lutther King, con sus objetivos y metas.
Unas cifras nos pueden ayudar a ver parte de la fotografía actual de la situación en la que intentó incidir Luther King: casi 40 millones de negros viven ahora en EE UU, lo que supone el 13% de la población. Mientras hace cincuenta años el número de jóvenes negros que se graduaban en los institutos de enseñanza era el 25%, hoy en día son el 85%. Todo ello da una idea de ese positivo avance de la población afroamericana, cuyo índice de pobreza ha caído de un 40% de los años sesenta, al 27% en la actualidad. Los ingresos de una familia negra media han pasado de los 23.000 dólares anuales en 1963 a los 40.000 actuales. Pero siempre hay un pero: el patrimonio medio de un hogar blanco es de unos 800.000 dólares, por 154.000 de uno negro, mientras que el paro alcanza al 11% de los negros frente al 6% de blancos. El 65% de los hogares blancos tienen cuenta de ahorro para la jubilación por un 40% de los afroestadounidenses. Es curioso observar que el 81% de los afroamericanos entienden que el racismo es un problema, por un 52% de blancos. Hoy en día existen progresos legislativos contra la discriminación laboral, ‘programas de acción informativa’ que implementan las contrataciones de ciudadanos negros en la administración pública, y miles de jóvenes negros pueblan también facultades universitarias de Derecho o Medicina. En resumen, cincuenta años después de su asesinato hay claroscuros en su legado, avances resaltables pero también situaciones empantanadas con aspectos muy mejorables.
Alguien dirigirá la mirada a Barack Obama, primer presidente negro, y tendrá razón, pero sería bueno matizar que para muchos Obama fue un presidente del Partido Demócrata de color y no un activista de color que llegó a ser presidente. Algunos entienden que algunas de las políticas de Obama eran ajenas al color de su piel.
El asesinato de Martin Luther King es considerado como uno de los magnicidios del siglo XX, es recordado como uno de los líderes y héroes de la historia de EE UU y de la moderna historia de la no violencia. Se le concedió a título póstumo la Medalla Presidencial de la Libertad por parte de Jimmy Carter en 1977, y la Medalla de oro del Congreso de Estados Unidos en 2004. Desde 1986, el Día de Martin Luther King es jornada festiva en Estados Unidos.
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