
Una cena de despedida
Si pudieran olvidar su vida personal en el trabajo, o su trabajo al acabar la jornada, ¿lo harían?
Marta San Miguel
Lunes, 14 de abril 2025, 00:00
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Marta San Miguel
Lunes, 14 de abril 2025, 00:00
Hace unos días, asistí a la cena de despedida de un compañero de trabajo con motivo de su jubilación. En realidad, su cargo directivo vuelve ... inapropiado llamarlo así, pero lo uso con toda la conciencia del término porque durante años fuimos eso: compañeros de trabajo en un periódico. Compartimos redacción y prioridades y batallas, compartimos discusiones y máquina de café y el teléfono fijo donde llamaban las fuentes o los políticos para quejarse o los anunciantes; compartimos gritos y atentados y decisiones sobre temas cruciales que al día siguiente ya no importaban. Durante ese tiempo, su rol y el mío —tan distintos y alejados, él en la cúpula, yo en la trinchera— se definieron bajo el mismo techo, y ahora que solo compartimos los recuerdos y lo que esas vivencias nos hicieron a ambos, me pregunto qué sucede cuando dejamos ese rol atrás, qué somos cuando se acaba la jornada laboral y nos convertimos simplemente en nosotros.
Últimamente he despedido a demasiados compañeros de trabajo y a menudo me queda la impresión de que han sido fundamentales, ya sea un director o un redactor o un jefe de deportes, una subdirectora, fotógrafos, una diseñadora. Se van. Lo dejan. Terminan. ¿Y qué pasa después, al acabar se invalida lo que hemos sido trabajando? Por mucho que el trabajo se esté convirtiendo en una acequia donde se impone la supervivencia, por mucho que el mercado esté agrandando la brecha entre lo laboral y lo personal, imponiendo los 'ebitdas' a dentelladas, hay algo que persiste. Y lo vi en esa cena. ¿Se puede desligar quién eres afuera de quién eres en el trabajo donde —no nos engañemos— estás por un salario? ¿Perdemos o ganamos al separar ambas facetas?
Yo no tengo la respuesta, pero la serie 'Severance' ('Separación', en Apple TV) plantea esta hipótesis. Y el escenario es inquietante. Trata de una empresa en la que sus trabajadores tienen separadas las memorias de su vida laboral y su vida familiar, es decir, cuando llegan al trabajo, la intervención quirúrgica a la que se han sometido les resetea la memoria: las desgracias de afuera no existen en el trabajo, y viceversa; en su vida personal, el trabajo no existe. ¿Qué harían, se someterían a esa intervención? Lo bueno de la ficción es que nos da un territorio inocuo desde el que pensar, lo malo es que la realidad impone un despertador, con sus obligaciones y voluntades torcidas. Seduce la perspectiva, pero me quedo con la memoria, me quedo con lo que nos define del rol profesional que somos unas horas al día, durante años, porque eso no hay jubilación o despedida que lo borre. Así que, hasta siempre, director.
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