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La derrota de Manuela Carmena a manos de «la derecha de Colón», como no se ha cansado de fustigar su protegido Iñigo Errejón, se ha vivido como una tragedia griega en el conjunto de la izquierda madrileña. Los populistas de Laclau, Chueca, los 'anticapis', movimientos ... LGTBI o Stop Deshaucios, que contribuyeron con sus votos a auparla al palacio, están desolados. El cambio ha sido visto y no visto. Pero en ese tiempo la abuelita de las magdalenas se había convertido en el icono del Madrid alternativo. Aunque la ciudad no se ha librado de la contaminación, ni se han repartido viviendas a gogó, ni se han hecho infraestructuras nuevas, ni la limpieza de las calles llama la atención y han seguido los deshaucios, Manuela seguía manteniendo una popularidad muy alta entre sus admiradores. Era el símbolo de que la izquierda había conquistado la capital del 'no pasarán'.
Carmena encarnaba los ayuntamientos del cambio. Representaba el poder del 15-M y «la derrota del fascismo» en el centro neurálgico de la nación. Su fracaso y su mutis por el foro dejan muchos huérfanos y es un contratiempo muy dañino para la izquierda que agudiza su imagen de derrumbe en la capital de la nación. Así que Sánchez, como se rumorea en el foro, estaría barajando la posibilidad de nombrarla ministra de Justicia par recuperar ese intangible político para su causa. La alcaldesa de las ocurrencias no se ha dejado manejar por Pablo Iglesias, que fue quien la descubrió y ha preferido crear un personaje alejado de la disciplina de partido, apoyada en su propia corte de amigas y parientes. Ni la idea de dejar la limpieza en manos de las madres de los niños o de los universitarios; ni disminuir la gigantesca deuda del Ayuntamiento a base de no invertir, ni cambiar el traje de los Reyes Magos o cerrar el centro de la ciudad al tráfico han sido los cimientos suficientes para una apuesta tan bienintencionada como amateur.
Madrid es desarrollo, inversión, vivienda, impuestos, tráfico y limpieza. Esos son los mandamientos que la mayoría del norte o del sur de la ciudad consideran sagrados. La capital no puede ser un campo de pruebas o un laboratorio de ocurrencias más o menos demagógicas. Y eso es lo que le ha pasado factura a la jueza. Está muy bien eso de ir en metro a la alcaldía, prescindir de despachos lujosos de su antecesores y cultivar un discurso buenista. Pero no es suficiente. Carmena ha paralizado los desarrollos urbanísticos del norte y del sur de Madrid y ha dejado en caja casi 3.000 millones de euros sin gastar por falta de ideas. Perder cuatro años para una ciudad que vive del dinamismo económico y empresarial es un desastre. Ya no estamos en la época de la Transición cuando triunfaba Tierno Galván con cuatro bandos ocurrentes y bien escritos. Y nadie tiene el monopolio de la democracia, ni de la pluralidad, ni de la diversidad. Hay tantos gays en el PP como en Podemos. O más.
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