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La vicelehendakari y consejera de Trabajo y Empleo, Idoia Mendia, ha lanzado la idea de experimentar en torno a la semana de cuatro días laborables. Experimentar sobre el terreno, en la vida real, en algunas empresas que estén dispuestas a asumir el reto para sacar ... luego consecuencias. El lehendakari se ha apresurado a decir que «no será obligatorio para las empresas», algo que ni siquiera era necesario matizar porque nadie había osado insinuar una obligatoriedad que difícilmente se puede implantar. Lanzado el 'solomillo' al aire, se ha disparado el debate.
El asunto tiene su miga. De entrada, la experimentación es la base de la ciencia y también del progreso. Muchas ideas, por buenas que parezcan y bienintencionadas que sean, contrastadas con la realidad se convierten en un rotundo fracaso. Para muestra, el marxismo. Es verdad que una iniciativa de este tipo es compleja, no sirve para todos los sectores de actividad y tampoco para todas las empresas. De ahí que el método 'prueba-error' sea sensato para sacar conclusiones.
Pero, llegados a este punto, siempre me ha parecido que no es necesario salir de casa para algunas cosas y que las ideas hay que experimentarlas primero con gaseosa y dentro de universo más cercano. ¿Por qué trasladar a otros la responsabilidad de experimentar con las ideas propias?
¿No sería mejor que el Gobierno vasco pusiese en práctica la semana de 4 días laborales? Me refiero a aplicarla a los consejeros, viceconsejeros y directores, el denominado 'personal de confianza'. Pero, además, implantarla con rigor, no de tapadillo. Trabajar cuatro días y descansar tres, con prohibición expresa de desarrollar tareas vinculadas al cargo en los tres días de descanso. Ello debería incluir mítines, comparecencias parlamentarias y otras actividades de partido, que no dejan de ser trabajos, obligaciones y tareas ligada al desempeño laboral de los políticos con responsabilidades institucionales.
La experiencia tendría varios efectos positivos. El primero, que se ajustarían mejor a una normalidad laboral que hoy por hoy son los primeros en no practicar. No tengo la menor duda de que todos ellos realizan infinidad de horas extraordinarias todas las semanas, sin que la Inspección que depende de la vicelehendakari Mendia repare en ello. El efecto más positivo, sin lugar a dudas, sería el autoaprendizaje. No necesitarían encargar un costoso y gordísimo estudio a alguna de las consultoras habituales para sacar conclusiones sobre la aventura. Las disfrutarían o sufrirían, vaya usted a saber, de primera mano. Incluso se ahorrarían la siempre trabajosa obligación de negociar con sindicatos y patronal su puesta en marcha. Bastaría reunirse consigo mismos en uno de los consejos de Gobierno de los martes para llevarlo a la práctica. Todo ventajas ¿no?
Principio básico de convivencia. No pidas a los demás lo que tú no eres capaz de hacer Y ya, de paso, predica con el ejemplo.
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