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maniobras preelectorales en navarra

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Los socialistas intentan articular una tercera vía en la comunidad foral para que las alternativas tras las autonómicas de mayo próximo no sean el actual cuatripartito abertzale de izquierdas o UPN con otros grupos no nacionalistas

Domingo, 21 de octubre 2018, 01:00

Han pasado ya tres años y medio desde que el nacionalismo vasco alcanzó un sueño largamente acariciado en el tiempo: hacerse con la Alcaldía de Pamplona y, sobre todo, con el Gobierno de la Comunidad Foral de Navarra. Desde entonces, el bastón de mando de la capital lo lleva Joseba Asirón, de EH Bildu. Y la lehendakari navarra es la nacionalista Uxue Barkos, de Geroa Bai, coalición en la que se engloba el PNV de Andoni Ortuzar.

Los escándalos y la desastrosa gestión realizada por el anterior Gabinete foral encabezado por la regionalista Yolanda Barcina, aireados con insistencia por los medios de comunicación vascos controlados por el nacionalismo, terminaron con cuatro décadas de ejecutivos constitucionalistas liderados por UPN o por el PSN-PSOE. Muchos de ellos de coalición entre ambos. El nacionalismo sólo tuvo presencia en uno de ellos, en el efímero Gabinete del socialista Javier Otano, que apenas duró unos meses entre 1995 y 1996, y en el que Iñaki Cabasés, de Eusko Alkartasuna, por entonces todavía partido autónomo, fue consejero.

Lo sucedido en Navarra fue algo así como si tras los comicios del próximo 2 de diciembre, la socialista Susana Díaz no logra repetir en la presidencia de la Junta de Andalucía. Y es que el PSOE es el único partido que ha gobernado aquella autonomía desde el restablecimiento de la democracia. Un caso sin parangón en el resto del mapa político español.

El nacionalismo vasco ha aprovechado este trienio largo de poder del cuatripartito abertzale de izquierdas que lidera Barkos y que integran la coalición del PNV, la izquierda abertzale y la versión navarra de Izquierda Unida, que cuenta con el apoyo externo de Podemos, para impulsar algunos de sus postulados. Lo ha hecho 'pasito a pasito, suave suavecito', que entonaría Ortuzar. Con prudencia, sin forzar la máquina y, sobre todo, buscando no pisar demasiados callos.

Nada de impulsar la incorporación de la comunidad foral a Euskadi, ni de imponer la ikurriña a machamartillo. Eso sí, el euskera, la vieja lengua de los navarros, ha recibido un notable impulso, entre críticas de UPN y del PP de Pablo Casado, que ha llegado a decir que se trata de una lengua ajena a Navarra, todo un regalo político para el nacionalismo.

El otro objetivo alcanzado por el Gobierno Barkos: que ETB emita en toda la comunidad, toda una garantía de mimo a sus realizaciones. Y se ha producido un estrechamiento en las relaciones con Euskadi, al punto de que Policía Foral y Policia Municipal navarras han empezado hace unos días a completar su formación en Arkaute, en el extrarradio de Vitoria, en lugar de acudir a la Acadenia de la Policía Nacional en Ávila. Una decisión que, sorpresivamente, no ha merecido una sola crítica ni del regionalismo ni de los populares.

La potenciación de las señas de identidad vascas ha sido mayor en Pamplona. El Ayuntamiento de la capital viene promoviendo semana tras semana toda clase de actividades orientadas en esta dirección. Y el alcalde, Joseba Asirón, procedente de EA, ha sabido labrarse una buena imagen que EH Bildu espera rentabilizar en las urnas el próximo mes de mayo.

La novedad

Esta semana se ha celebrado en el Parlamento foral el debate anual sobre el Estado de la Comunidad. Lo más relevante, la constatación por parte del cuatripartito de algunas de las divergencias surgidas en su seno en materias de relevancia como el TAV (Tren de Alta Velocidad). Y la incógnita de si la negativa del Gobierno Barkos a devolver la retención del IRPF a las madres -que hará que, a diferencia de lo que históricamente ha venido siendo lo usual, las navarras sean esta vez las únicas mujeres que se quedarán sin el dinero en toda España- le costará votos en mayo.

El PSN-PSOE de María Chivite, fuerza de segundo orden en la comunidad -fue quinta en los comicios de 2016-, ha planteado avanzar hacia la conformación de una tercera vía alternativa al cuatripartito actual y al polo constitucionalista conservador que lidera la Unión del Pueblo navaro (UPN) de José Javier Esparza. Pues bien, hasta que la noche del 28 de mayo próximo no se abran las urnas y se conozca el veredicto de los navarros es absolutamente prematuro dar por sentado nada al respecto. No hay que olvidar que si el cuatripartito gobierna hoy el viejo reyno es porque aventaja en apenas dos escaños a UPN, PSN y PP.

El guiño socialista tiene un destinatario preferente: Barkos y su Geroa Bai. Los otros dos grupos llamados a esa mesa, Podemos e Izquierda-Ezkerra (IU). De momento la lehendakari navarra ha pasado cáliz para no desestabilizar su gabinete. Podemos se fracturó hace unos meses en dos. El oficialismo afín a Pablo Iglesias no se pronuncia. Los críticos de Laura Pérez, que antes controlaban la formación, rechazan la oferta. Como I-E.

La sensación más extendida en círculos políticos navarros es que Geroa Bai -es decir, el PNV- no vería con malos ojos pasar a gobernar Navarra con los socialistas, como sucede en Euskadi, y sin EH Bildu. Pero no termina de fiarse de un PSN que ha hecho bloque con UPN y PP durante cuatro largas décadas para frenar al nacionalismo vasco e impedir lo que ocurrió en 2016, que alcanzara el poder, en alguna ocasión por imposición de la dirección federal, de Ferraz.

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