En tiempos de Felipe II, siempre llegaban tarde y se llevaron la fama y el modismo de «a buenas horas…» Unos siglos después, los mangas verdes de la Santa Hermandad, los cuadrilleros de Iparralde hacen lo propio: escenificar tarde, muy tarde, un final de algo ... que ni siquiera debió existir. La izquierda abertzale les llama para organizar el evento. Acuden también un foro de personas y una serie de hombres circunspectos, que a nivel mundial intermedian profesionalmente en asuntos de pistolas. El tinglado queda decorado con una escultura que representa el anagrama viril de una banda que ha asesinado a unas 850 personas a este lado de la muga; y le han puesto un nombre pretencioso: 'El Árbol de la Verdad'. La verdad se labra, se cuenta, se trabaja: no sabemos nada de 300 personas asesinadas por la banda homenajeada. ¿Nos va a contar ETA la verdad de esos atentados? Para las víctimas directas es importante saber quién, cómo y por qué, aunque no tenga explicación. Y llega la pregunta que cualquier persona sensible se haría: ¿No acaban de decir en su comunicado final que su actividad ha provocado mucho dolor y daño pero ya no tienen solución? ¿No se dan cuenta que montar ese monumento, con la fiesta alrededor, a la que hay que añadir la segunda parte del jolgorio, todo ello crea y recrea en las víctimas un dolor y una rabia que no se merecen?
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Me pongo a leer el último comunicado; de momento veo que a ETA le han redactado el manifiesto de cara a su acto de fin de emisión y carta de ajuste. Esto, salta a la vista, no es cosecha Parabellum. El redactor fantasma cambió completamente ese estilo etarra de reprochar a diestro y siniestro que ellos se vieran obligados a matar y secuestrar, tal y como decían de la última víctima asesinada en tierra vasca, que era, al parecer, «un eslabón de la imposición de la represión y de España». En efecto, la forma actual de dirigirse a la ciudadanía vasca (ya no somos pueblo), presenta serias novedades. Algunas, incluso, inimaginables hace unos pocos años. Nos hablan de reconocimiento del daño causado, lo cual resulta realmente paradójico y forzado. En la larga trayectoria violenta de la banda, no hay actividades educativas, no hay propuestas de transportes o apoyos a la infancia desnutrida, por poner alguna actividad constructiva. ETA se ha dedicado exclusivamente a hacernos daño, a reventar vidas, proyectos personales, amores, haciendas, profesiones, familias... y no ha aportado nada más que dolor. Por eso, no entiendo que las mismas manos puedan pulsar un gatillo y, al poco, redactar una nota de disculpa por la vehemencia de la pólvora empleada. A esta forma de proceder se le suele llamar sarcasmo, o en ambiente distendido, reírse a la cara.
Cuando hemos pedido cientos de veces que ETA se largara de nuestras vidas, que nos dejara vivir en paz y que se disolviese, siempre hemos añadido que, para elaborar la reconstrucción de la convivencia entre la ciudadanía vasca, sería necesario una petición de perdón a todas y cada una de sus víctimas así como una declaración sincera y creíble de que su actividad terrorista ha sido un error absoluto. Y, aunque en el comunicado aparece el reconocimiento del daño causado y la petición de perdón, esta se desvanece cuando discrimina a sus víctimas: unas sí merecieron morir, por lo tanto que se mueran bien muertas. Y otras... ups! ¡Vaya, se nos fue la mano! ¿Con los niños y niñas del cuartel de Vich? Esos sí, son almas inocentes ¿Pero sus padres? ¿Y sus madres, si eran civiles? ¿Acaso Inazio Uría era un damnificado por el conflicto o era un agente activo del mismo? ¿Cuál conflicto? ¿El tren de alta velocidad? Ernest Lluch no pero Luis Conde sí, porque llevaba uniforme. Y Ramón Díaz, por ser cocinero, por trabajar en la Comandancia o por ser de Comisiones Obreras ¿O no tenía participación directa en el conflicto pero era fácil cargárselo? ¡Qué locura es esta de tú sí y tú no, tú sube al camión y tú mejor si te largas! ¿A qué nos recuerda eso? Gran oportunidad de pedir un perdón completo, sincero, sin ambages ni dobleces. Pero una vez más, ETA está completamente fuera de sitio, tiempo y realidad. Como lo de justificar su existencia por lo de Gernika: inadmisible.
ETA se fue en 2011, tras darse cuenta por fin de su estrepitoso fracaso. Ahora nos queda la izquierda abertzale como responsable intelectual, político y fáctico. De hecho, ETA habría sido poco más que un GRAPO si no hubiera contado con el apoyo incondicional de una parte significativa de la sociedad vasca. ¿Dirá algo sobre su responsabilidad en coadyuvar, por ejemplo, con la socialización del sufrimiento? ¿Serán capaces de reconocer que ellos también han sido responsables de muchos asesinatos por chivatazos, apoyos logísticos, colaboraciones diversas… además de ser agentes activos en la época de las y los amenazados? Haremos muchos análisis con más calma, sí, pero hay una pregunta que debiera sobrevolar las cabezas de muchos encarcelados: ¿quién nos engañó para que empuñásemos un arma y ahora, además del peso del delito, igual no salimos de la cárcel hasta 2030?
De toda esta historia de violencia me quedo con la parte desarmada y valiente, con la resistencia, con los pioneros y con las aguerridas mujeres que salieron a la calle a decir que no admitían esos asesinatos, secuestros, contraterrorismos, amenazas… Ese embrión, que se multiplicó por un centenar de poblaciones vascas con una concentración de rechazo a la violencia, fue el declive del 'herria zurekin' y, por ende, el principio del fin. Fue impecable y necesario, aunque pocas veces se haya reconocido su valor.
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Quiero despedir este artículo mencionando a Javier Pernía: él no conocía a Manuel Piñuel, pero cada día pasaba por donde este trabajaba. Hasta que lo mataron. A partir de entones, Javier, cada domingo se acerca con un ramo de flores al lugar donde lo asesinó ETA. También colocó un retrato del policía muerto y al lado unas letras que había escrito su viuda… en fin, un acto de recuerdo, de reconocimiento, de cariño, de compromiso con la memoria, con la vida. Él mismo lo dijo: «no voy a dejar que lo vuelvan a matar». Gracias, Javier.
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