El expresidente Medvedev dijo el jueves que una derrota de Rusia en Ucrania podría provocar una guerra nuclear. No era una amenaza. Así lo aseguró el viernes el embajador en Washington Antonov: «Francamente no nos sorprenden las acusaciones vacías e irresponsables de que nuestro país ... amenaza con armas nucleares». Para confirmar que las acusaciones son vacías e irresponsables y que Rusia no amenaza, ayer el presidente de la Duma Viacheslav Volodin aseguró que los suministros de armamento ofensivo a Ucrania «conducirán a una catástrofe global». Luego matizó: «Tragedia de magnitud mundial». Por si quedaban dudas, remató: «Los argumentos de que las potencias nucleares nunca han utilizado armas de destrucción masiva en conflictos locales no se sostienen».
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O sea, que Rusia amenaza con la guerra nuclear y niega que lo esté haciendo antes de volver a amenazar con la guerra nuclear. Habrá una palabra en ruso para eso. Mientras tanto, Alemania no se decide a enviar a Ucrania los ya famosos tanques Leopard mientras garantiza que seguirá dándole a Kiev «todo el apoyo» mientras sea necesario. «El imperialismo de Putin no vencerá», aseguró ayer el canciller Scholz, que se fue a París a firmar uno de esos tratados de amistad con Macron. Hemos leído estos días que para Alemania tiene algo de frontera moral volver a ver sus tanques en Rusia. Como las fronteras son de ida y vuelta, sorprende que no influya en la moral alemana que el país que más está pidiendo tanques para Ucrania sea Polonia. Recordemos la lección inicial del manual de manejo de matones: si es malo que Rusia te amenace, es peor que Rusia vea que sus amenazas te afligen.
Con la guerra a punto de cumplir un año, y con el temor de que no sea el único que cumpla, sabemos que la intimidación nuclear rusa es recurrente. Putin la utilizó en persona a los tres días de invadir Ucrania. Que todo esté siendo ya una catástrofe sirve para explicar la prudencia alemana entre murmullos aliados y la impaciencia ucraniana entre la sangre y el 'TikTok'. Ayer a Zelenski no le llegaron los tanques Leopard, pero le apareció en Kiev Boris Johnson. Cierto que en algún momento lo apodaban 'La Bomba Rubia', pero desde luego no es lo mismo.
Memes
Hay un fragmento de 'El gen egoísta' que casi cincuenta años después resulta conmovedor. Richard Dawkins explica en su libro por qué no utilizará 'mimeme' para nombrar su gran aportación a la ciencia evolutiva: la unidad cultural que se propaga mediante un proceso de imitación (mímesis) del mismo modo que los genes se propagan mediante replicación. «Ojalá mis amigos clasicistas me perdonen si abrevio y lo dejo en meme». Desde hace dos décadas, Dawkins podría añadir algo así en las reediciones: «Y espero que yo pueda perdonarme por no haberme ido al registro de inmediato». Hace unos años el University College calculó que hay más de 150 millones de memes en la Red. No son tanto unidades culturales venciendo al tiempo como ironías de lectura generacional. Su propagación es invencible. Por eso hay memes en los que sale Dawkins con cara rara diciendo más o menos lo de Ortega: «¡No es esto, no es esto!»
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Beyoncé
Beyoncé reaparece en un hotel de Dubái que es al parecer el más lujoso del mundo. Una actuación privada. Y un caché de veinticuatro millones de dólares. El anterior concierto de Beyoncé tuvo lugar hace cuatro años en un festival en Sudáfrica «para honrar el sueño de Nelson Mandela de acabar con la pobreza». Mandela no debió aclarar que su sueño no se refería a la pobreza de Beyoncé. Las monarquías del petróleo mutan ante nuestros ojos en unas Las Vegas con más dinero y menos pecado. Queda claro que no hay infierno que no pueda empeorar.
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