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No se dude de que una buena parte de la épica grandiosa del cine se debe a la composición de sus bandas sonoras, a esa identificación melódica con la acción y los personajes que permanece para siempre en la memoria de los espectadores, convirtiendo a ... la música en un elemento esencial para la historia del cine. Una historia extensa y diversa, en la que Ennio Morricone y John Williams han escrito contemporáneamente sublimes capítulos musicales donde se subordina la composición a la imagen y la acción, donde a veces la simple aportación instrumental es capaz de describir por si sola los caracteres, las atmósferas visuales y narrativas o donde su maestría y calidad son la mejor prueba para negar el tópico de que las partituras para el cine son una forma inferior de la música clásica.
Porque Morricone es mucho más que las músicas emocionales y en ocasiones atonales de los 'spaghetti western' de Sergio Leone, lo mismo que el amplio trabajo de Williams trasciende sus éxitos en las cintas de Spielberg o también su genial singularidad en la adaptación al cine de las mejores influencias del romanticismo clásico. Porque el trabajo de ambos ha sido, en su conjunto, el mejor complemento contemporáneo de muchas de las mejores narraciones cinematográficas. Que galardonen ahora a dos grandes maestros del género con el Premio Princesa de Asturias de las Artes es por tanto un homenaje al cine, a la importancia de la música en el cine y, sobre todo, a la magistral capacidad de ambos para contar historias, describir personajes y suscitar emociones imperecederas con sus composiciones.
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