Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Poco antes de cenar fue llegando la familia. Todas las luces y lucecitas estaban encendidas con el fin de iluminar lo suficiente para que el abrazo fuera posible. Se sirvió un vino y cuando alguien mencionó que iba a retransmitirse el mensaje del Rey, se ... volvieron a rellenar las copas haciendo hincapié en las novedades de la familia. Salvo 'dinero atrás' a nadie le había tocado la lotería. El viento sur y las turbulencias nos habían devuelto a los hijos medio mareados, con una maleta de mano en la que, desde luego, no cabía liturgia navideña, sino camisetas descoloridas, lavadas en programas únicos y compartidos. El exilio profesional captó la atención de todos; las costumbres de los alemanes, australianos, o chilenos eran más interesantes de lo que pudiera decir la realeza y los aromas que salían de la cocina les hacían olvidar los tuppers de sus jornadas interminables a miles de kilómetros de casa. La mesa navideña, esencialmente, no había cambiado. Los recuerdos se agazapaban en las viejas recetas, en los sabores de platos que raramente se cocinaban durante el año, en la abundancia exagerada de productos, y aunque esta Navidad alguien dijera con autoridad sanitaria que no había que chupar las cabezas de las gambas, nadie se alarmó, y la familia siguió sorbiendo los aditivos y el mercurio con el placer de siempre. La ecología y el planeta salieron a relucir a cuenta de la ensaladilla rusa. Un adulto se quejó de que quienes iban a reivindicar lo verde dejaban las plazas llenas de vasos y bolsas plásticas, y un joven le replicó que no se podía ir al mercado en coche.
La cosa no pasó a mayores y para desengrasar alguien comentó que Rosalía, la cantante de moda, no había reconocido al ministro de Cultura en funciones cuando fue a estrecharle la mano tras un concierto. De las veintidós personas presentes, nadie sabía quién era el susodicho ministro, alguno ignoraba quién era la cantante, y prácticamente todos desconocían las características del posible Gobierno que se hacía de rogar, iba ya para tres años. Los calificativos hacia Sánchez sobrepasaron con creces los límites del diccionario de la RAE, hasta que la abuela puso orden y dijo que en la mesa no se hablaba de política ni se proferían insultos. Hubo risas, pero se respetó la autoridad de la matriarca que, en realidad, era quien hacía posible el encuentro. «Es cuestión de trenes», dijo su consorte metabolizando el lenguaje, y a partir de ahí se lió parda.
Finalmente, el trending topic navideño no fue Cataluña, ni el Brexit, sino el venturoso tren de alta velocidad, el mismo que hacía años se decía que no se podía construir porque ETA no lo permitía, el mismo que decían que se iba a negociar con rapidez, el mismo que se anuncia con timidez que un día llegará y nunca llega. ¿Cuándo llega el tren?
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.