Fiel a su condición simplista, que tan buen resultado le dio en su día en la campaña electoral, el presidente norteamericano, Donald Trump, citó en su discurso del martes en Naciones Unidas la nómina de los tenaces adversarios de Estados Unidos, que resultan ser cuatro ... países: China, Irán, Siria y Venezuela.
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El lector habrá advertido la ausencia en la breve lista facilitada por el magnate de la Rusia de Vladimir Putin, quien, entre otras cosas, es del todo responsable de la victoria del régimen sirio sobre sus opositores y traduce la importancia central para Moscú de su presencia en la región, una apuesta estratégica hecha -y ganada- por todos los gobiernos rusos del último medio siglo y ahora reconfirmada y potencialmente extendida si la cooperación irano-rusa se extiende.
A falta de otras explicaciones, no es necesariamente calumnioso entender que el educado silencio sobre Moscú y el ataque explícito sobre Pekín se relaciona con ese ambiente de extraña ambivalencia que caracteriza la relación ruso-norteamericana, tocada a fondo por las estancias del multimillonario Donald Trump a Moscú antes de su entrada en política y que han sido objeto de especulaciones diversas.
Todo sería coherente, claro y creíble si las partes no hubieran optado por sostener el pasado 16 de julio en Helsinki una entrevista personal sin testigo alguno (más allá de los traductores, que se suponen de total confianza) y a la que el presidente acudió tras decir, sin creerlo en absoluto, que el problema central a tratar era el de los arsenales nucleares respectivos... y, sobrentendido, nada relacionable de las estancias en Moscú del Donald Trump pre-presidencial.
Washington se ha resignado a dejar hacer a Rusia en Siria y ha dado el relevo como su enemigo regional a Irán, un Estado al que ha declarado la guerra diplomática y económica para, además, o sobre todo, contentar a Israel, que se inquieta del auge iraní en la región al hilo de la guerra en Siria y sabe que hay pasdaran (belicosos soldados de élite iraníes) en la meseta del Golán, o sea, en su frontera con Siria.
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De modo que la presencia siria en la lista de 'los cuatro de la fama' es, de hecho, por vía interpuesta, tácitamente y sin cita nominal, la mención muda de Rusia, la Rusia del presidente Vladimir Putin a la que el Pentágono ha debido dejar hacer en la región por razones obvias y otras menos obvias, tal vez más personales, más políticas y solo abordables en un eventual segundo periodo presidencial en el que ya piensa el magnate norteamericano. El presidente se cubre, se blinda, no argumenta la opción tomada... y transige porque tal vez no tiene otro remedio....
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