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Apesar de su carácter de ordinaria, la junta celebrada ayer por Iberdrola fue, desde todo punto de vista, extraordinaria. Lo fue en cuanto al lugar de celebración, en la sede de la Torre en vez de en el Palacio Euskalduna. Lo fue en cuanto al ... número y composición de los asistentes, con tan solo el presidente y el secretario presentes y sin la concurrencia física de consejeros, ni de empleados, ni de accionistas, ni de medios de comunicación. Lo fue en cuanto a su duración, tres cuartos de hora escasos contra las más de tres horas habituales. Lo fue en cuanto al contenido de los mensajes -de eso hablamos ahora-, y lo fue en cuanto a las preguntas efectuadas por los accionistas, pocas y todas ellas educadas, amables y cómodas. Por cierto, se contestaron de una en una, algo que debería ser lo habitual y que se ha convertido también en algo extraordinario.
La mayor parte del mensaje estuvo dirigido a hablar de la situación sanitaria, de sus efectos, del importante despliegue de 107 medidas internas y externas para salvaguardar la seguridad de sus empleados y de las ayudas de solidaridad acordadas por Iberdrola en estos tiempos de pandemia. Luego hubo una nota singular, que fue el tremendo despliegue de inversiones realizado en 2019, nada menos que 8.158 millones, que suponen un 38% más y que llegarán a los 10.000 en el ejercicio en curso. De ellos se han adelantado en estos meses 3.800 millones a fin de facilitar la actividad de los proveedores y su rápida vuelta a la normalidad. Una actitud que es bienvenida y que, de generalizarse, podría acortar los plazos de la necesaria recuperación general. El sector auxiliar de la energía, tan importante en nuestro entorno, lo agradecerá sin duda.
Después, las cifras del negocio fueron también extraordinarias. Un beneficio neto de 3.406 millones; un dividendo de 0,4 euros por acción que se entregará a los 600.000 accionistas de la empresa; 3.500 trabajadores contratados para alcanzar una plantilla de 40.000 empleados, de los que el 99% son fijos; un 4% más de producción con una reducción drástica de las emisiones; 20.000 millones de euros comprados a 22.000 proveedores; 14.000 millones de euros de contribución fiscal a las diferentes haciendas donde opera, y 280 millones invertidos en I+D. Toda una avalancha de buenas noticias que, en los tiempos que corren, componen una auténtica música celestial.
A la vista de los datos mostrados parece increíble que las grandes empresas, como Iberdrola, susciten tantos recelos en algunos lugares, no figuren nunca como destinatarias de las ayudas públicas, ni obtengan un mayor reconocimiento social. Ahora, y según parece, hay quien en el Gobierno central ha llegado incluso a proponer su nacionalización. ¿Están seguros de que ellos lo harían mejor? ¿De verdad estamos para bromas?
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